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DIMARTS MERCAT

Libertad y una de calamares

Libertad y una de calamares

Qué felices somos desde que se instauró la libertad en este país. No hay palabras que expresen el gozo de hacer lo que a uno le dé la gana sin dar explicaciones. Este concepto de libertad abre la puerta al más descomunal de los deseos ocultos, que de una puñetera vez aflorarán entre excitantes sábanas impregnadas de lujuria y hasta Miguel Bosé nos cantará «seré tu amante bandido» cuando demos vueltas a la cama prohibida del deseo carnal: «no hi havia a València dos amants com nosaltres» y desaparecerá la odiada afirmación que nos canturrea los oídos: «que ja no estem en l’edat, i tot això i allò». Nada puede destronar la palabra libertad. La de tomar cañas y bocadillos de calamares, la de contagiarse de covid con la suma alegría de después del orgasmo, ser descerebrados unas horas. Libertad cubre todos los deseos y malas ideas y también buenas. Qué gusto poner libertad y dejar el resto del tríptico blanco.

A usted le toca votar y le dan una papeleta blanca para que ponga lo que le salga. Es un juego tan cruel, mentiroso, cicatero y burlón que aún se descojonan en ese edificio pagado con dinero negro. «Pero serán burros» dicen que se escuchó decir a alguien. No se trataba de traer la playa a Alboi sino del mensaje vacío de contenido de un papel inmaculado. Llevar la política a no tener ni ofrecer ninguna propuesta es el colmo de la desfachatez, acompañada de la palabra libertad. ¿Para eso sirve la palabra? ¿Estamos hablando en serio? ¿Se puede apropiar de la libertad el mensaje xenófobo, macarra y matón y arrastrar a centenares de personas enloquecidas con banderas y litronas a tomar la calle con esa alegría chulesca de haber eliminado al rival como si de una batalla se tratara? ¿Se puede prostituir de esta forma la libertad y apropiarse de ella con esas características? El novelista y periodista autor de «Rebelión en la Granja» George Orwell escribió: «Cuando el fascismo llegue finalmente a Occidente, lo hará en nombre de la libertad», y añadió: «Un pueblo que elige corruptos, impostores, ladrones y traidores, no es víctima, es cómplice».

No siempre la libertad es el grito que lucha por salir de las gargantas, puede ser puerta de entrada a una encerrona inesperada. Pedir un voto en blanco a unas propuestas en blanco es una nueva forma de decir «aquí me las traigan», y la sociedad, cansada y decepcionada, abre sus ojos ante el botellín de cerveza que podrá tomar a cualquier hora. Y será feliz porque nunca se podrá encontrar con su expareja, lo cual es tan falso que encontrarte con quien no quieres es un destino trazado y allí donde te encuentres te perseguirá.

Es tan falso como asegurar que las conducciones de agua del casco histórico de Xàtiva están en perfecto estado y ya no es que pierdan por todas partes sino que están hechas de materiales hoy prohibidos, pero bajo la palabra libertad cada uno es libre de opinar lo que quiera, pero ahí entra en juego el papelito en blanco de quien debería cumplir su programa, pero cuando se redactó eran otros tiempos. Y no se trata de repetir siempre el mismo problema sino esperar que a alguien le caiga la cara de vergüenza de comprobar como un casco histórico se cae a trozos y sus gentes lo abandonan como a un barco que se hunde, y en esta ocasión no se quedará ni la orquesta para acompañar a los últimos viajeros que resisten como buenamente pueden la incompetencia de otros. Luego será complicado volver a sacar el barco del océano y posiblemente nos tengamos que conformar con ver postales de lo que eran sus calles, fuentes, fachadas, sus gentes, fiestas… posiblemente entonces en un suspiro suave y tierno reivindiquemos,de verdad, la palabra libertad, para recuperar y sembrar nuevas raíces de futuro. Sin tonterías de calamares ni desfachatez de regalar botellines de cerveza.

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