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DIMARTS MERCAT

La España real e irreal

La España real e irreal

Uno ya no se sorprende de casi nada, pero también necesita alguna que otra ayuda comprensiva para intentar entender situaciones absurdas, tan absurdas que hacen perder la cabeza y obligan a la petición solicitada de «aclarar este asuntico» lo más justo que se pueda, y donde todas las partes lleguen a un grado de razón, y ninguna de ellas quede «trasnochada y mal follá».

Y es que la capacidad de asombro es infinita y la caradura, o la jeta de piedra, traspasa fronteras de exilio y mares de agua. Vengan señores, vengan, que aquí tenemos de tó, como rezaba un inventivo cartel colocado hace unos años en la salida de Enguera. Y si no lo tenemos lo inventamos y lo vendemos por una pasta gansa al primer bobalicón de turno, o mejor dicho, al primer ayuntamiento paleto y atontado, pero con intenciones malévolas, mafiosas y especulativas. O sea, pura malversación, repartida por fuentes, rotondas, esculturas y homenajes, calles y plazas ferias y saraos… «de tó, señores, tenemos de tó». «Que no nos falte de ná».

Y decía aquello de la ayuda comprensiva para que metan en mi cabeza y sea capaz de entender que la próxima concentración en la Plaza de Colón para protestar por el futuro indulto a los presos del procés será la de la España real. Coño, estamos chalados, pero ¿tanto? Ahora resulta que la mayoría parlamentaria es una España irreal, que no existe, como las esculturas invisibles que se venden por 15.000 pavos. Eso sí que es tener visión de futuro y de mangar a manos llenas, incluso con una fórmula que se entera la Cospe y su marido y la hemos liado. Pagar dinero por nada o como mucho por los chivatazos de los espías, los falsos curas, las anotaciones en negro, el incremento de celdas en Alcalá Meco para que quepan todos, desfile de señoras, señoritas y caballeros con sus mejores galas, consignas de odio y fascismo, xenofobia y venganza. ¿Esa es la España real? Amenazas cobardes y rastreras de alguno tipejos hacia menores desamparados que luchan por sobrevivir en el mar mientras se buscan las estrellas, o pedir un minuto de vida, solo un pequeño minuto para saber que existe la luz al final del túnel. Y si no les apaña esa España real, está la alternativa que la llaman sociedad civil, encabezada por la reina del desierto (que más quisiera ella), con el maloliente récord de ser la mayor tránsfuga de este país (lo siento, Toni Cantó). ¿De verdad Rosa Díez puede tener la poca vergüenza de encabezar este movimiento? En la última de las elecciones a las que se presentó no la votó ni la familia. Menuda elementa que vivió y vive del cuento político. Ha estado en más partidos de cuantos existen y dice que los condenados del procés están también en la cárcel por ladrones. ¿Creerá que todos son de su condición? ¿Esa señora representa a la sociedad civil?

Total que entre la España real y la sociedad civil, la irreal queda hecha unos zorros que para entretenerse pues se manifiestan ante las puerta del Ayuntamiento de Xàtiva exigiendo solución a las fugas de agua ¿Serán capaces los responsables de no acatar una sentencia? ¿Serán tan duros de mollera de ir acumulando puntos para perder las próximas elecciones? La irreal habla de justicia para todos y de que la prevaricación y malversación de fondos termine de una vez por todas, pero claro, es irreal, y como no existe, pues cabe la posibilidad de inventarla.

Y es que al pueblo llano se le contenta con bien poco y, como dice mi admirado Xavier Aliaga, «si no ho dic rebente»: la vacunación en el pabellón Francisco Ballester está siendo completa, bien organizada, efectiva e incluso muy agradable, pero, ¿era necesario darles a los asistentes un Boletín de Información Municipal con todo lo que se ha hecho durante la pandemia? (Qué guapos somos y qué culito tenemos). Y como era un papel sin alegría, se ha compensado con una enorme pantalla con reportajes sobre Xàtiva y los actos de inicio de la fundación Raimon. Y así, dando vueltas a la proyección durante todo el día. Y dale, y dale.

Para que a nadie se le olvide lo de Raimon, que después de tantos años nos hizo el gran honor de venir y darlo todo. Cuidado con los derechos de autor del reportaje que el xiquet del carrer Blanc te los exige por menos de nada. Pero imágenes del agua saliendo por las paredes no han puesto. Claro, es la España irreal.

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