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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

La fiesta de la democracia

La fiesta de la democracia

Los períodos electorales que aburren a tanta gente son, sin embargo, necesarios para sanear regularmente la democracia de un país. Son la reválida que la representación política sabe que ha de superar para mantenerse en su tarea o en su sillón, según entiendan su responsabilidad política. Porque no todas las personas que se dedican a la política son iguales ni tienen las mismas aspiraciones y conductas, a pesar del discurso cansino y machacón, que algunos se empeñan en extender con un objetivo muy claro: causar el suficiente desánimo y despego como para que nadie acuda a las urnas y puedan ellos llenarlas con sus votos y obtener el poder al que aspiran y que no consiguen por sus propios méritos. Esa es la antipolítica que practican.

Bienvenidos sean los períodos electorales, aunque sin exagerar, que de eso también hemos tenido, y el exceso siempre cansa. El día de después veremos lágrimas de dolor/rabia y se confirmarán despedidas anunciadas pero otros disfrutarán del día más feliz de su vida, porque se creerán dueños del mundo, invencibles e imparables. Sensación absolutamente efímera pero que no está al alcance de todos los mortales.

Todavía más de agradecer son los periodos preelectorales, pongamos a un año vista, cuando suena la campana de aviso, quizás a partir de cierta encuesta de algún instituto comprometido con su entorno, que coloca a todo el mundo en la línea de salida.

En estos momentos, los gobernantes saben que es el momento de darlo todo, como los buenos cantantes de ópera. Saben que han de dar el do de pecho y ganarse la simpatía y el respeto del personal, tocando el inestable corazoncito del electorado para generar nuevos cariños y recuperar viejas estimas que les permitan hacer la cosecha de votos que necesitan.

Ahí está el origen de las señales que es fácil advertir en estas fechas. Por ejemplo la razonable pero modesta medida de librar de la cita previa en el ayuntamiento a los mayores de 65 años, erigiéndose en sus defensores ante los bancos, siguiendo así las propuestas transmitidas hace semanas desde la Plataforma de Xàtiva en defensa de las pensiones. O recuperar una demanda aparcada de la gente pequeña instalando 28 papeleras «eco-divertidas» con un montante total publicitado de 28.000 euros. Y eso que no votan. No deben ser papeleras al uso, porque aunque sean divertidas su coste total no tiene mucha gracia.

La marea electoral que se avecina se hace mucho más evidente viendo los movimientos de personal en las diferentes opciones políticas. Recientemente alguna de ellas, que andaba algo descabezada, ha elegido con orgullo a su nueva cabeza de lista, que sustituye a quien dejó el listón bien alto y tiene que superar unas cifras de intención de voto demasiado bajas. Otras, que han permanecido adormecidas durante los últimos tiempos, recuperándose del shock de haber perdido lo que creían que era suyo por designio divino, empiezan a dar señales de vida en las últimas semanas haciéndose ver y oír con mensajes de crítica y advertencia como es su obligación en su papel de oposición. Han tenido tiempo para entrenarse. Por último también hay quien espera la cita electoral decidido a enfilar la puerta de salida más pronto que tarde, tras una experiencia bastante poco productiva para la ciudadanía desde un partido que navega sin prisas y sin pausas hacia la autodestrucción.

Ante las elecciones se va animando el panorama de la política, porque son, dicho sea con todos los respetos , la fiesta de la democracia, su máxima expresión que no tiene nada que ver con una juerga aunque haya quien pierda los papeles.

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