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DIMARTS MERCAT

Abajo, cerca de las raíces

Abajo, cerca de las raíces

Pero aquí abajo, abajo, cerca de las raíces, es donde la memoria, ningún recuerdo omite, y hay quienes se desmueren, y hay quienes se desviven, y así entre todos logran lo que era un imposible, que todo el mundo sepa, que el Sur también existe».

Mario Benedetti logró con este y parecidos poemas colocar en el viento de la escritura un territorio que nunca fue ni quiso ser inferior al poderoso Norte, pero que en demasiadas ocasiones estuvo sometido a su fuerza, quizás escondido como los primeros amores, aunque nunca rendido ni muerto. Benedetti le dio letra al Sur y Serrat música y composición, ahora que el Noi del Poble Sec dice hasta luego y se despide recorriendo el territorio nacional, ahora sí, sin distinciones de ningún tipo, como desnudo encima de los escenarios en un clima de complicidad duradera.

Las comparaciones siempre son odiosas y es quizás por ello por lo que nos encanta hacerlas, por ese entretenimiento generalizado que nos descubre el ladito oculto del masoquismo positivamente hablando. Se sabe que todos los pueblos y ciudades son mejores que sus vecinos. Más solidarios, más ricos en patrimonio, en cultura, en gastronomía o en hospitalidad. Cada bodega es la mejor bodega del mundo en sus barriles de roble, y cada plato el placer de dioses más exquisito que jamás hayamos probado.

Por aquí, se intentó (y se intenta) hacer de la gastronomía un referente, y de los monumentos una envidiable colección de historia y patrimonio, pero las cosas no siempre se hacen como debieran y pan para hoy no puede significar hambre para mañana, y si verdaderamente se pretende relanzar un turismo bien hecho, habrá que ir mirando y copiando cuando el profesor no nos mire. Total, una trampilla de nada ni se nota. Habrá que establecer unas bases sólidas y duraderas y destacar por encima de los demás con proyectos que resuenen por todo el Norte, por todo el Sur y más allá de las fronteras que se imponen curiosamente en un mundo globalizado.

Ahí resurge un pueblo (nunca dicen ciudad) llamado Sanlúcar de Barrameda, dentro del territorio de Cádiz que tiene como amante el Guadalquivir y al Parque de Doñana como emblema, y cuya historia cuenta que fue punto estratégico por estar ubicado en la ruta hacia América y testigo de excepción de la primera Vuelta al Mundo de la cual se cumplen ahora 500 años. Este pueblo, que huele a langostinos y manzanilla, despierta cada mañana anunciado que hoy será una nueva oportunidad para ofrecer al visitante que recorre su casco antiguo, un nuevo plato y una nueva innovación, ya que ha sido la primera población no capital de provincia que lleva en sus espaldas el título de Capital Española de la Gastronomía, y bien que lo saben llevar. Cada día relanzan su diversidad, mezcla de sabores, olores, patrimonio, historia, río y mar, y como ellos mismos dicen son propietarios de unos recetarios que quitan «el sentío».

Su clima es único, y poco a poco van explotando esos recursos con una implicación absoluta de toda la población. Necesitan gritar dónde están y qué hacen. Se denominan pequeños pero se sienten orgullosamente grandes por haber aceptado el reto que solo llevan quienes tienen la seguridad de haber acertado en el planteamiento de llevar sobre los hombros una bandera gastronómica que está llevando a la población a incrementar notablemente el número de visitas y que su nombre suene y resuene por los rincones de la geografía.

Y es que el sur es tan rico y placentero que los que estamos contagiados por su magia y su carácter aventurero cedemos a lo que nos pida este territorio, que lleva sus virtudes escritas tanto en la arena como en la memoria. El Sur existe, claro que existe y está «aquí abajo, abajo, cada uno en su escondite, hay hombres y mujeres que saben a qué asirse, aprovechando el sol, y también los eclipses, apartando lo inútil, y usando lo que sirve, con su fe veterana, el Sur también existe».

Solo hace falta descubrirlo y disfrutarlo para sentir la belleza y la sensación de estar rodeados de besos eternos que siempre están vivos. Besos que huelen a sexo porque el sexo es la vida, y la vida es un placer único si se saborea tranquilamente cerrando los ojos y dejándose llevar en lugares como Sanlúcar.

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