"A mi querida Cáliz": el homenaje de la escritora Maruxa Duart a Cáliz Vila

La autora ha preparado un panegírico para despedir a su amiga, reconocida cooperante y activista, en la ceremonia civil que se celebrará en su honor

Cáliz Vila Baldó.

Cáliz Vila Baldó. / AGUSTI PERALES IBORRA

Maruxa Duart

Ayer fue día de duelo, pena, aflicción, desdicha, rabia y dolor.

Hoy día de despedida desde los vahos neblinosos de la memoria.

No despedimos hoy vanidad, insolencia, altanería, jactancia, orgullo o empaque.

Despedimos humildad, pasión, ternura, fidelidad y apego.

Amor, altruismo, desprendimiento y largueza.

¿Qué se puede esperar de cenizas y vientos? 

¿Qué se puede esperar de quién perdió el último hálito en batalla?

Que eligió su último destino, cuando de otro no se dispone, pues no está éste en nuestras manos, y la entrega, corazón o alma no bastan. 

¿Qué se puede esperar de cenizas y vientos?

Se puede esperar de la mujer que aceptó a la muerte, de quien se hizo amiga y enemiga a la par. Muerte a quién estudió, despistó y de quien se escurrió el tiempo que pudo 

disfrutando de las migajas de un tiempo,

que a todos nos cuadra, limita y da aire, 

cuando aún estamos a tiempo y nos permite licencia.

¿Qué se puede esperar de cenizas y vientos?

Se puede esperar lo que en vida ganó y llorar por su pronto vuelo. 

¿Qué se puede esperar de cenizas y vientos?

La memoria que yace entre sus amantes y amados bajo un asilo dulcemente razonado,

Se puede saborear, tocar casi, la mujer, madre, hija, hermana, amiga, la soñadora arrebatadoramente creyente de ideales, quijota, misericordiosa.

Al espíritu fértil, una Cleobulina, quizá le gustaría dijera, y más… 

A la mujer fermosa por dentro y por fuera,

A la mujer desprendida y más si cabe, plena de humanidad…

A quien valientemente ha franqueado lo que para todos, antes o después es transitorio, un leve hollar, levitar o patear el mundo. 

¿Qué se puede esperar de cenizas y vientos?

Mentar a quien ha sido y es una huella entre los suyos, entre los demás, nosotros. En el que está por venir…

Un rastro, la cicatriz que deja en nuestra alma su ausencia.

Se puede rememorar, como yo misma hago, con la ya tierna y excepcional niña de 7 u 8 años con quien osadamente nos lanzamos cuatro o cinco crías a vivir nuestra primera fantasía. 

Descubrir el misterio de aquella mujer 

que,

escrutaba en una calle cercana tras la persiana bajada. 

El disfraz, la creencia ingenua de creer engañar, 

con ropa y gorra de sus hermanos. 

La regañina de su hermosa madre entre el clarear de los visillos junto a la ventana de la calle Moncada.

Se armó una buena.

Se pueden esperar las gotas que esparcen su rocío, las de un ser arrebatador de humanidad nunca tardía. 

Un volcán de afectos que ha traspasado lo efímero, perecedero o mortal, que ha vivido.

¿Qué se puede esperar bajo el túmulo frágil, medio etéreo que ya transporta Caronte?

El devenir borra soberbias, amagos, trampas y sinecuras que esta mujer no tuvo. Más no borra la altura, humildad y saber de la mujer amorosa, 

de quien ha recorrido mundos y orbes, conocido gentes a las que asistió, con quien compartió, alivió males y entendió.

Completó el círculo que eligió hasta retornar a su ciudad natal.

Éste nuevo lugar donde habita, de cenizas desatado, es a buen seguro un nuevo asilo a cubierto de envidias y mezquindades que ella combatió. 

               ¡Por siempre Cáliz!

   Maruxa