Las sociedades de cazadores pierden socios por el declive de tordos, perdices o liebres

El descenso del número de tiradores ante la falta de piezas se agrava en las comarcas y dificulta el mantenimiento de los cotos

Caceria de conejos en Fontanars, en una imagen de archivo.

Caceria de conejos en Fontanars, en una imagen de archivo. / Patricio Simó

Patricio Simó/S.G.

El declive por el que atraviesan distintas especies cinegéticas como la perdiz, el tordo o la liebre está agravando la tendencia a la pérdida de cazadores en las comarcas de la Vall d'Albaida, la Costera o la Canal de Navarrés.

Muchos tiradores consultados señalan que la próxima temporada no van a renovar el talón de la sociedad porque "no hay caza". El único aliciente que había para salvar la temporada era el tordo y este año tampoco han entrado los zorzales.

Las cifras no dejan lugar a dudas. Sociedades de cazadores locales como la Fontana de Ontinyent, que han llegado a tener 1.380 socios, ahora mismo no llega a los 400 integrantes. Y lo mismo ocurre en otras entidades.

Sociedades de cazadores locales como la Fontana de Ontinyent, que han llegado a tener 1.380 socios, ahora mismo no llega a los 400

Si los socios no renuevan los talones, las sociedades dejan de percibir ingresos, lo que puede convertir en inviable el mantenimiento de los cotos, que necesitan importantes desembolsos en labores de guardería (que debe preservar la especies que se cazan), de llenar bebederos y comederos o de reparar codollas. Los colectivos de caza se financian únicamente con la aportación de los socios. No reciben ningún tipo de ayuda o subvención, como sí tienen otras actividades deportivas.

Salir al campo con el perro y volver con la canana llena, sin haber pegado un tiro se ha convertido en lo más habitual.

En muchos acotados se ha prohibido este año la caza de la perdiz y de la liebre o se ha puesto un cupo de una pieza por día y cazador debido al declive que han experimentado ambas especies cinegéticas aunque por diferentes motivos. 

El conejo, que antes era muy abundante, tampoco atraviesa en la actualidad su mejor momento. La mixomatosis ha diezmado mucho la población de lagomorfos, pero también la sarna y la neumonía vírica.

Solo en aquellos cotos donde se ha repoblado con una suelta de perdices en el mes de septiembre, como es el caso de Vallada, se ven algunas patirrojas y, al menos, los cazadores cuando salen al campo con sus perros tienen algún aliciente.

Si la suelta se hace bien y con perdices de calidad que han pasado los pertinentes controles sanitarios, el resultado es muy bueno porque muchas de esas perdices que se quedan de una temporada a otra, crían, sacando adelante polladas, con lo cual estas perdices son casi ya semisalvajes. Y las siguientes polladas lo serán en su totalidad.

Sin embargo, algunos cazadores son muy reacios a soltar perdices por el temor a que transmitan enfermedades y acaben con la perdiz salvaje. La perdiz de granja ha mejorado mucho. Se crían en voladores en semilibertad. La genética se asemeja mucho a la perdiz salvaje, tanto en las alas, como en el pico y las patas. El único problema es que debe haber un control exhaustivo de las alimañas.

Sin rastro de la perdiz salvaje

La perdiz salvaje ha desaparecido de los campos y montes por factores como la agricultura intensiva, los productos fitosanitarios o la sobrepoblación de jabalíes. Especies en peligro de extinción como el lince se han conseguido recuperar gracias a su cría en cautividad para después devolverlas a su estado salvaje. Esperar a que la perdiz se recupere por si sola, sin ningún tipo de reforzamiento exterior, podría ser un error porque cada vez hay menos ejemplares y la tendencia no da signos de que vaya a revertirse, según las fuentes consultadas.

Como informó este diario hace unos meses, el número de cazadores ha retrocedido a la mitad en veinte años en el conjunto de la Comunitat Valenciana. Desde la década de los años 90 se han expedido un 70 % menos de licencias, con una reducción anual del 4 %,  en un sector que también sufre el envejecimiento de los tiradores.

La pérdida de población rural y la visión más urbanita y alejada de la gestión del medio natural son factores que contribuyen a agravar esa tendencia.

La caída de la actividad cinegética complica los planes de la Generalitat para el control de plagas como la del jabalí, que ocasiona abundantes problemas a agricultores, residentes y en las carreteras.