MATISOS DISCORDANTS

La imagen de la subida al castillo de Xàtiva

Entrada principal al castillo de Xàtiva.

Entrada principal al castillo de Xàtiva.

Antonio Martín Llinares

La subida al castillo de Xàtiva, incluyendo la llamada «costa del Castell», es uno de los espacios más emblemáticos, exclusivos y diferenciadores de la ciudad, y suele sorprender al visitante por su cercanía al centro histórico, su valor paisajístico, natural, arqueológico y monumental. Pero en estos dos últimos puentes festivos de Semana Santa y Pascua y el de la Pascua de San Vicente, a tenor de los comentarios que se han podido escuchar de residentes y turistas, la imagen que ha ofrecido este lugar de gran atractivo turístico no ha sido la mejor y ha dejado bastante que desear como tarjeta de presentación e imagen promocional de Xàtiva.

La estampa, semejante a la de una discoteca al aire libre, junto a la ermita barroca de Sant Josep i Santa Bàrbara, protegida como Bien de Relevancia Local, con altavoces y música a todo volumen, con personas consumiendo alcohol y recostadas en los muretes que circundan la explanada, no era muy edificante para los visitantes, que apenas podían acercarse a contemplar el monumento, —por el exterior, porque siempre permanece cerrado—, de entre los siglos XV y XVIII, la puerta de la muralla por la que cuenta la tradición que entró el rey Jaime I tras la conquista de Xàtiva o la bella cruz de piedra labrada renacentista, sobre columna de mármol de Buixcarró, frente a una de las mejores vistas del conjunto histórico-artístico de la ciudad.

También llamaban de manera desafortunada la atención los coches aparcados sobre los bancales, en cuyo subsuelo se encuentran protegidos, como Bien de Interés Cultural (BIC), los restos arqueológicos de la Xàtiva antigua, accediendo los vehículos por un estrecho puente, no preparado para su paso, y poniendo en peligro a las personas que por allí acceden para tratar de visitar —porque también casi siempre se encuentra cerrado— el monumento histórico-artístico nacional de la iglesia de Sant Feliu. No se entiende el todavía abundante tráfico de vehículos, que debería quedar restringido, como se le comunicó al Síndic de Greuges, a partir de la antiestética y desafortunada «caseta canadiense» ubicada, con vigilante, al que la picaresca probablemente engaña para acceder con vehículo, arguyendo alguna reserva en establecimiento hostelero que no se suele comprobar. Ese tráfico ha interferido estos días con el recorrido del autobús lanzadera, que ha tenido que realizar complicadas maniobras.

Ha sido curioso observar la gran cantidad de personas, muchas de ellas mayores y sufriendo el calor, que han accedido a pie al castillo a pesar del módico precio del autobús lanzadera desde la Plaça Espanyoleto, lo que invita a pensar o bien sobre el perfil tal vez demasiado low cost del turismo que visita Xàtiva o sobre la falta de información y difusión adecuada y efectiva del servicio de autobús habilitado. Y este masivo tránsito de personas a pie hacia la fortaleza sigue provocando, asimismo, que intenten acortar el exigente recorrido transitando campo a través, en una zona protegida como microreserva de flora de la Comunitat Valenciana, descarnando la cubierta vegetal y erosionando el terreno, dejando a la vista cables y conducciones, algo que ya fue denunciado hace años por algunos ciudadanos y publicado en la prensa local, y que a pesar de ello no ha servido para tomar medidas correctoras por las administraciones competentes.

Y sobre todo no se ha visto vigilancia, en estos días festivos, para disuadir de las frecuentes actitudes incívicas, e incluso delictivas como la realización de pintadas y grafitis en partes de las muralla protegida como Bien de Interés Cultural, el abandono de todo tipo de restos y basuras, las velocidades y ruidos excesivos de motoristas que además, con conducciones temerarias e imprudentes, ponen en peligro a las personas, muchas de corta edad, que caminan correctamente por el lado de la carretera que asciende hasta el castillo de Xàtiva o la peligrosa moda de los selfies y fotografías en lugares de difícil acceso y peligrosos para la integridad de las personas, para publicar en redes sociales, y que fácilmente pueden desembocar en graves accidentes con la responsabilidad añadida para los gestores o propietarios de los monumentos en los que pueden ocurrir.

Suscríbete para seguir leyendo