Intérpretes: Íliber Ensemble (Lucía Marsella, soprano; Ed López, voz; Abigail Horro, flautas de pico y arpa; María del Mar Blasco, violín barroco; Javier Utrabo, violone; Migue Ángel Jiménez, guitarra barroca, charango y tiorba; Luis Vives, percusión antigua y Darío Tamayo, clave y dirección.

Entre tantas aportaciones humanísticas, la colonización española en América contribuyó al florecimiento de una cultura musical única, merced a la labor de las diferentes órdenes religiosas (dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas) que acompañaban a los conquistadores con la tarea de evangelizar a aquellos pueblos, enseñarle el castellano y - no menos importante- llevar el sistema musical europeo, de 12 notas, tan diferente al incaico (en caso del Perú) cuya escala sólo constaba de 5 notas.

Pues bien, la SFV, acertadamente, ofreció en su última sesión la oportunidad de escuchar, en primera audición pública, este ramillete de 20 pequeñas piezas incluidas en uno de los ocho tomos del tambien conocido como Códice de Trujillo o de Martínez Compañón, el obispo responsable del “rescate” durante más de 3 años (1782-1785) viajando por el noroeste del Virreinato. Son obras cortas y sencillas pero sumamente atractivas: tonadas, cachuas, “bayles”, etc., que rebosan frescura en sus ritmos y melodías. Darío Tamayo ha hecho un excelente trabajo basado en la transcripción del musicólogo Adrian Rodríguez van der Spoel (Rosario, Argentina 1963), experto en estos músicas pretéritas.

Los ocho componentes del Íliber Ensemble contagiaron su entusiasmo y se les escuchó con verdadero gusto. Abigail Horro, tanto al arpa colonial como en las diferentes flautas de pico dio una lección de versatilidad, destreza y buen gusto. El violín barroco de María del Mar Blasco estableció con nitidez cada melodía apoyada por Javier Utrabo, con el continuo de su “violone”. Impecable Miguel Ángel Jiménez con la guitarra barroca, la tiorba e, incluso, el tradicional charango. A Luis Vives le faltaron manos y dedos en la selección de percusión, siempre incisivo sin perturbar al grupo y Darío Tamayo al clave (y en sus comentarios) mostró la capacidad de recuperar y conjuntar estos pentagramas seculares.

Por todo ello, la parte vocal, tan fundamental en la ocasión, debería trabajarse con mejor enfoque. El timbre de Lucia Marsella no amalgama del todo dentro del conjunto y, a pesar de su mejor intención, a Ed López se le escuchó muy limitado en volumen y proyección. Él es buen cantante de otros géneros (jazz, boleros, bossa nova etc.) y de ahí que se le aprecie fuera de contexto al lado de sus compañeros. Todo es ponerse.