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Los festivales valencianos serán más pequeños, más locales y más limpios o no serán

Las jornadas de TIIM se fijan el DGTL de Amsterdam para reducir el impacto ambiental de los grandes eventos musicales sin dejar de ser rentables

Publico reunido en la edición del Festival de les Arts celebrada este año en València. EDUARDO RIPOLL

El secretario autonómico de Turisme, Francesc Colomer, anunciaba el pasado verano que los festivales de música generan un impacto en la economía valenciana que ronda los 400 millones al año. Son bastantes más millones que los 61 que, según la SGAE, recaudó la música en directo en la Comunitat Valenciana durante 2019, el año anterior a la pandemia y el más exitoso para la industria musical de la última década.

La Comunitat Valenciana celebra alrededor de un centenar festivales al año, aunque los más importantes por público y presupuesto se concentran durante la temporada de verano. En 2019 los ocho festivales valencianos con más público sumaron 1,06 millones de espectadores, prácticamente la mitad del público reunido en todas las actuaciones en directo celebradas en aquel año anterior a la pandemia. La recaudación total de la música en vivo en ese 2019 fue de 61,9 millones de euros.

BENICASSIM. ULTIMO DIA DEL FIB 2022 ANDREU ESTEBAN

¿Cuál es el impacto ambiental?

Resulta innegable que el impacto económico de los festivales en el sector cultural valenciano es importante. Pero, ¿cuál es su impacto medioambiental? ¿Cómo afecta a nuestro entorno este tipo de eventos que concentran a tantos seres humanos consumiendo energía y produciendo desechos en un espacio limitado durante un tiempo determinado?

Esta es una de las preguntas que se van a plantear en el primer día de las jornadas Turisme & Industria Musical (TIIM) que tendrán lugar mañana jueves y el viernes en la Ciutat de les Arts i les Ciències. Una de las charlas corre a cargo de Mitchell van Dooijeweerd, el jefe de sostenibilidad del festival DGTL, considerado como el más innovador de Europa en la aplicación de nuevas estrategias y acciones para lograr ser un evento ecológicamente sostenible sin dejar de ser económicamente viable.

Según la Green Touring Guide, la guía verde para profesionales de la industria musical, cada asistente a un concierto suele generar cinco kilos de CO2 mientras que los macroconciertos superan los 25 kilos por cabeza. De esta forma, solo los ocho festivales principales de la Comunitat Valenciana generarían 26.500 toneladas de CO2 al año, que es lo mismo que generan 31.176 vuelos de ida entre València y Nueva York.

Los grandes festivales valencianos generan las mismas toneladas de CO2 que 31.176 vuelos de ida entre València y Nueva York.

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Qué hacer ante esto es una de las preguntas que se plantearán en la charla del responsable del DGTL Festival, que estará acompañado por Paloma Medina, investigadora valenciana especializada en música y turismo. En todo caso, y según alerta la propia Medina, es "extremadamente urgente” hacer algo. “No le estamos dando la importancia que tiene -añade-. Tanto por parte del público, que no está exigiendo que haya unas responsabilidades medioambientales; como de la industria, que no se está imponiendo estos horizontes; como de la administración, que no está presionando ni ayudando a la industria para que se ponga las pilas”.

La experta apunta de todas formas que jornadas como la del TIIM que ha organizado Turisme -el ente público que este año ha destinado 2 millones de euros a ayudas a los festivales- “van hacia el buen camino porque, para poder tomar las riendas y hacer festivales sostenibles, una de las primeras cosas que hay que hacer es aprender a medir cómo estamos contaminando e incidiendo en el entorno”.

Los beneficios de los festivales

Volvamos a la pregunta sobre qué hacer para que los festivales valencianos sean económica pero también ambientalmente sostenibles. Habría que empezar, apunta Medina, recordando que un festival solo puede ser sostenible “hasta cierto punto” ya que “la sostenibilidad absoluta sería el no hacer nada”. Y tampoco cabe olvidar, añade la experta, que además de sus posibles beneficios económicos, los eventos musicales reportan “enormes beneficios” a sus consumidores y a la sociedad en general en forma de disfrute personal y sentido de pertenencia a un grupo. “Tenemos que cambiar el enfoque de un beneficio puramente económico a otro tipo de beneficios”, subraya.

En los últimos años son cada vez más los promotores o los grupos que implantan medidas ecológicas en sus festivales y giras, medidas que van desde la implantación de materiales reciclables hasta financiar campañas para compensar el dióxido de carbono generado con la plantación de árboles. La banda británica Coldplay, por ejemplo, ha renunciado a los aviones privados y ha incluido en su última gira suelos cinéticos que suministran energía gracias a los saltos de los espectadores, una batería que se alimenta de aceite de cocina reciclado, agua gratuita y vasos reutilizables de aluminio. Incluso el confeti que lanza durante sus conciertos es 100% biodegradable.

BENICASSIM. FESTIVAL ROTOTOM. CONCIERTO DE HORECE ANDY. GABRIEL UTIEL BLANCO

Y en la Comunitat Valenciana el Rototom eliminó este año en todo el recinto el uso de botellas de plástico, lo que, según sus organizadores, equivalió a dejar de emitir 39 toneladas de CO2 y a ahorrar 800.000 litros de agua que se hubieran utilizado en la producción de esas botellas .

En este sentido, Medina indica que dos de las principales actuaciones que pueden asumir los festivales valencianos tiene que ver con la generación y gestión de los residuos y con el consumo de energía. “Si haces un festival eminentemente nocturno estás consumiendo más luz y quizá sería interesante ver si los festivales se pueden hacer más de día y aprovechar mejor los recursos naturales”, apunta la experta.

También es relevante la forma en la que público y artistas se desplazan hasta los festivales. De hecho, según la Green Touring Guide, estos desplazamientos suponen el 42 % del CO2 generado en una gira. Por eso, la experta recomienda facilitar la conexión de los recintos al transporte público o nutrir los carteles de grupos locales o nacionales que no tengan que recorrer grandes distancias ni usar vehículos como el avión. «Un festival tiene que ser respetuoso con la escena musical local y con el medioambiente, esa es la clave», proclama.

Cullera - Valencia. Tras los accidentes de esta noche en el Festival Medusa, los asistentes empiezan a regresar a sus lugares de origen. El evento, que estaba previsto para todo el fin de semana, ha quedado suspendido. JM Lopez

Esta posibilidad tiene que compaginarse con el atractivo que supone para los festivales la presencia de bandas y solistas extranjeros, sobre todo en un territorio como el valenciano en el que el paso de las giras internacionales es más bien anecdótico. Por eso, Medina apunta la necesidad de «desestacionalizar» el calendario musical y aprovechar sobre todo las bondades climáticas de la Comunitat Valenciana para organizar más conciertos a lo largo del año y no concentrarlos en la temporada veraniega.

Pequeños festivales y un escenario fijo

«El modelo del festival ha sido hasta ahora maximizar la oportunidad de meter a mucha gente en un recinto cobrando una entrada», señala Medina que, ante esto, anima a organizar «pequeños festivales» durante todo el año, lo que también contribuye a atraer el turismo musical de enero a diciembre y no solo en verano.

Para incentivar estos «minifestivales» «desestacionalizados», Medina propone otra medida medioambientalmente saludable: un espacio con escenario fijo que funcione todo el año. «El problema de montar un escenario una vez al año como hacen los grandes festivales ahora es que tiene un coste muy elevado -explica-. Una infraestructura que acoja minifestivales todo el año es una ventaja medioambiental y permite que no haya que confiar tanto en artistas internacionales para que el festival sea atractivo».

Entonces, ¿un pabellón como el futuro Roig Arena sería una solución, al menos para València? “Ayudaría porque extendería la programación a lo largo del año, así que sí es un paso hacia la buena dirección”, reconoce Medina. Pero sigue sin ser un espacio permanente para la música y poco accesible para propuestas musicales que no sean excesivamente mayoritarias. “En cambio -añade la experta- apoyar y facilitar licencias a las salas pequeñas con una programación de calidad durante casi todos los días del año sí ayudaría a la desestacionalización y hacer la música más sostenible”.

Imagen aérea del Arenal Sound celebrado en Borriana, que ha reunido a miles de personas, y que terminó este domingo. L-EMV

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