Eventos con un 'plus' de compromiso social

Asindown pone en marcha una escuela de hostelería junto al edificio Veles e Vents de València y donde los eventos sirven de prácticas reales para los jóvenes con síndrome de Down y discapacidad intelectual que se forman a la espera de una oportunidad laboral

Una de las jóvenes que se forma.

Una de las jóvenes que se forma. / L-EMV

«La mare que va» ya representa más que una expresión valenciana. Ahora es, además, un espacio para derribar barreras en València, pues es el nombre con el que la asociación Asindown ha bautizado un proyecto para facilitar la formación y la empleabilidad de personas con síndrome de Down o alguna discapacidad intelectual.

Hace poco más de una semana, La Mare que Va abría sus puertas en un entorno privilegiado: uno de los locales junto al edificio Veles e Vents de la Marina de València, frente al mar. Ahí se ubica un innovador centro de formación en hostelería y turismo que ha visto la luz —junto a Gourmet Catering & Espacios— después de cinco años de trabajo de la asociación. Una escuela, totalmente dual, donde ahora se forman 10 jóvenes entre los 18 y los 25 años y que pretende funcionar con 20.

Samuel Romero, director de proyectos de Asindown, explica que todo surgió porque decidieron «hacer algo distinto en cuanto a la visibilización y formación de las personas con discapacidad intelectual». Según apunta, este colectivo —que arrastra un fuerte estigma y sufre barreras sociales por desconocimiento—, tiene «una necesidad imperiosa de recibir formación de calidad» y conseguir, después, una oportunidad laboral ya que «son perfectamente capaces si se les dan los recursos adecuados para desempeñar un trabajo».

«No hay una duración media, se compagina teoría y práctica y se enfrentan a escenarios reales desde el primer momento, lo que acelera su transición. No es una formación rígida, como podría ser una FP, sino que hay itinerarios personalizados que pueden ser de un año y medio o dos, como transición a la vida adulta», explica Romero sobre cómo funciona esta formación.

Las clases combinan teoría y sobre todo práctica, son por las mañanas y los eventos que desde ya pueden contratar empresas, instituciones y entidades de todo tipo sirven de prácticas reales para los jóvenes. Entre otras cosas, aprenden sobre cocina, sala, protocolo, habilidades sociales y cómo comportarse en un entorno formal de trabajo. «Es una experiencia formativa real», asegura el director de proyectos.

Para montar La Mare que Va, Asindown ha aprovechado todo el bagaje de la asociación, que lleva más de 30 años facilitando la inserción laboral de personas con discapacidad intelectual y tiene en la actualidad 140 usuarios trabajando en empresas ordinarias en València y su área metropolitana. Los estudiantes que llegan a La Mare que Va han pasado, en muchos casos, por algún itinerario previo de formación básica y el objetivo final es que consigan un trabajo.

Impacto social

Sobre por qué se ha elegido el sector de la hostelería, Romero explica «que puede parecer contradictorio» porque es un trabajo con picos de estrés, pero que sirve «para desmontar mitos y dar visibilidad» a la gente con discapacidad o síndrome de Down, «un altavoz de cambio y de eliminar barreras». De hecho, este es el otro objetivo importante de la iniciativa: «generar un impacto social para acercar la discapacidad y ofrecerles la visibilidad y oportunidades que se merecen», a través de los eventos y de estar en contacto con el mundo empresarial, institucional o asociativo. Además, suele ser una labor con tareas metódicas y rutinarias, con pautas específicas que pueden abordar y que suelen dar buenos resultados de inserción.

Cristian Lumbreras es uno de los 10 jóvenes que se forman actualmente. Después de haber aprendido sobre administración, explica a Levante-EMV que le gusta mucho La Mare que Va porque es «un proyecto muy guay». «Está muy bien, porque puedo aprender cosas de personas adultas y aprender a cocinar y directamente te pueden contratar», explica. A la pregunta de si le gustaría tener un empleo, responde rotundamente: «¡Claro que sí! Tengo ganas de conseguir mi propio sueldo, tener un trabajo de verdad y comprarme yo todo lo que necesito», explica.

Una de las jóvenes que se forman.

Una de las jóvenes que se forman. / L-EMV

Sobre la escuela de formación que desarrollan con la ayuda del chef Rubén Fenollar, destaca «el trabajo en equipo». «Estoy muy a gusto y eso es importante, porque si no sabes cómo hacer algo, se te ha olvidado o tienes dudas, tus compañeros de la cocina te lo pueden explicar», asegura el joven.

Por su parte, Roberta Lazzari, coordinadora de La Mare que Va, explica que en este caso, es más importante si cabe «el concepto de aprender haciendo» y los alumnos «ponen en práctica en un evento real todo lo que van aprendiendo». Ellos se encargan, según explica, de todo el proceso para poner en marcha un encuentro de negocios, un desayuno, comidas, cenas o celebraciones: «desde hacer el pedido hasta recibirlo; qué se va a servir; cómo se reparten las funciones; el montaje, desmontaje y cierre del evento». Luego hacen, también, una puesta en común «para ver cuáles han sido los aprendizajes, qué podemos mejorar y celebrar el éxito». 

En La Mare que Va están «muy contentos por la acogida», y ya tienen muchos eventos cerrados para el primer semestre de 2024, asegura Samuel Romero. «La gente ha entendido el valor añadido, si podemos hacer partícipe a mucha gente, eso contribuirá realmente al cambio. Si traes a tu cliente a un sitio como este, con un proyecto social detrás, el clima de la reunión o el encuentro de trabajo es distinto, es un ‘plus’, ya transmites los valores de tu empresa, no hace falta que expliques nada más».

«Quienes ya han venido, explican que se da un clima y una interacción maravillosas» y también destacan «la calidad del servicio y el producto elaborado», apunta por su parte Lazzari. «Es una experiencia positiva, para los alumnos y los que han venido, lo que se vive y experimenta no es lo mismo», añade.

Solo 1 de cada 3 personas con discapacidad están activas

El mercado laboral constituye un ámbito clave para lograr la completa integración de este colectivo en la sociedad. No obstante, según el Informe del Mercado de Trabajo de las Personas con Discapacidad Estatal, publicado por el Ministerio de Trabajo y Economía Social durante este 2023, solo el 35 % de las personas con discapacidad en edad laboral se encuentran activas en el mercado de empleo, un hecho que demuestra que su introducción en el mismo es más complicada que el de las personas sin discapacidad, que cuentan con una tasa de actividad del 78 %.

Según el mismo estudio, España cerró 2022 con un total de 20.159.317 personas afiliadas a la Seguridad Social. De ellas, 315.850 son personas con discapacidad, lo que representa un 1,57 % del total de afiliados, un hecho que supone un aumento del 0,07 % con respecto a las cifras de 2021 (1,52 %). La tendencia es esa, puesto que desde 2015 (191.666) hasta 2019 (287.079) se ha producido una tendencia ascendente del número de afiliados con discapacidad, que cambió ligeramente en el año 2020 (282.884), periodo correspondiente a la pandemia del coronavirus. Tras esta época, la tendencia alcista se retomó hasta finalizar el pasado año con 315.850 personas afiliadas, un 52 % más que en el año 2015.

Por otro lado, casi el 60 % de los afiliados dentro del colectivo de discapacitados en nuestro país son hombres, mientras que el 40% restante corresponde a las mujeres. Esto demuestra una brecha de género más acusada que en el caso de la afiliación general, en la que los porcentajes son más cercanos (52,8% hombres y 47,2% mujeres).