Morante y la refundación del toreo

El genio de la Puebla del Río realiza la mejor labor de la tarde tras dejar un puñado de verónicas sublimes y una faena de muleta exquisita que marró con la espada 

Una preciosa verónica de Morante de la Puebla en su primero.

Una preciosa verónica de Morante de la Puebla en su primero. / LITUGO / NAUTALIA

Jaime Roch

Jaime Roch

Morante de la Puebla, lamentablemente, no es un torero para València. El genio de la Puebla del Río volvía al ‘Cap i Casal’ después de su ausencia forzosa hasta en dos ocasiones el año pasado en la Feria de Julio y en la Feria de Octubre debido a una lesión de muñeca y dejó una faena deliciosa en el segundo de la tarde, un animal de Juan Pedro Domecq justito de fuerzas, pero con buen son y buena clase que eligió él mismo tras pasarse en la mañana de ayer por los corrales de la plaza de toros de València.

El misterio de sus muñecas

De entrada, cuando lo ves torear, te das cuenta de que su pericia expresiva es extraordinaria. Ocurrió en un ramillete de verónicas sin probaturas, con tres lances para el recuerdo por lentitud y belleza y una media sensacional. El duende es aquí el factor desencadenante de esa emoción única que se instala en cada lance de Morante. Es como un secreto sutil, un misterio adosado a sus muñecas que se muestra en esa especie de estética adosada a su torería y que se depura hasta el vértice de la sublimación. Tal y como ocurrió en un quite por verónicas que fue también extraordinario. Y es que Morante tiene capacidad para dotar al toreo de su más fascinante equivalencia poética, pero València parece que no lo reconoció. Aunque el creador sevillano encarna ejemplarmente el concepto de la tauromaquia como acto de lenguaje, como hecho lingüístico, como imagen en sí misma

El riquísimo potencial de su ornamentación expresiva demuestra palmariamente que el toreo es una cuestión de imágenes.

Un natural bellísimo de Morante

Un natural bellísimo de Morante / LITUGO / NAUTALIA

Pero el coso de la calle Xàtiva no se arrebataba con esos nutrientes de la imaginación creadora de Morante. Ni en el capote ni en la muleta, todo acompañado con su intransferible personalidad. Sobre todo, hubo toreo en redondo que bien vale su peso en oro. Con el portento de la torería. Pero se principió matando y pinchó y a la segunda lo cazó en una estocada contraria. Un antitaurino se tiró cuando el toro estaba muerto. Pero es que, intuimos, que no tenía cojones a hacer lo que hizo Morante con el toro vivo. Se trata del arte en sí mismo. Fue simplemente ovacionado. El quinto fue un marmolillo y lo pasaportó rápidamente sin más.

Nek Romero tras pasaportar a su novillo

Nek Romero tras pasaportar a su novillo / LITUGO / NAUTALIA

La otra parte del festejo tuvo un tono menor respeto a Morante: Nek Romero, el joven novillero de Algemesí, se entendió con un novillo de Talavante que tuvo un gran pitón izquierdo por humillación y ritmo. Quiso torear en redondo en todo momento y dejó varias series de calidad. Coronó su labor de una gran estocada y paseó una oreja de ley. En el sexto destacó un puyazo de Chocolate y el joven valenciano se encontró con un ejemplar que requería mando.

Pablo Hermoso de Mendoza trazó su último paseíllo en València y cortó una oreja en el cuarto de la tarde tras mostrarse a gran nivel. En el primero emborronó su labor con el rejón de muerte.

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