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València, la ciudad hostil con las mujeres

¿Están las ciudades pensadas para hombres? Un recorrido nocturno por las calles de València con ojos de mujer presenta una urbe hostil. Elementos como la peatonalización o la iluminación se ven de otra forma con la mirada de ellas

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Valencia, ciudad hostil para las mujeres Levante-EMV

Camina sola por una calle desértica y mal iluminada. No hay ni un alma. Aprieta el paso al creer que hay alguien detrás de ella. Al girar la esquina alcanzará su destino: una boca del metro, vacía, donde se sentirá tan sola como hace unos minutos en el espacio abierto. Siente miedo, lo lleva sintiendo desde hace un buen rato. La descrita es una escena inventada, como también lo es el escenario. Podría ser cualquier otro: un callejón, un jardín mal iluminado, un pasadizo, un parking, un portal… Podría ocurrir también en cualquier municipio, pero en todas las variables imaginables habría tres elementos comunes: mujer, ciudad y miedo.

Las ciudades pueden ser entornos amables, confortables, cómodos, lugares donde caminar, reír, jugar, pero también convertirse en espacios hostiles, especialmente para las mujeres. Históricamente ellas tuvieron vetado el espacio público, pero todavía hoy, pese haberse incorporado al mercado laboral, siguen viviendo en ciudades diseñadas por y para los hombres. Ciudades ajenas a sus patrones de movilidad y sus roles (todavía mayoritariamente de cuidadoras) y también muy alejadas de su percepción de inseguridad. El urbanismo con perspectiva de género trata de dar solución a estos obstáculos que se encuentran las féminas y CV Semanal ha querido adentrarse en los puntos negros de València, recorrer la ciudad de noche y a través de las gafas violeta de expertas en urbanismo y género.

Se trata de desenmascarar la ciudad del miedo, pero también apuntar soluciones para hacerla más segura objetiva y subjetivamente. La arquitecta Inés Novella empieza por el contexto. «Las mujeres en todos los países y en todas las circunstancias son más vulnerables a la percepción de inseguridad, mucho más sensibles que los hombres», explica. Este temor a ser atacada (el principal son las agresiones sexuales) se acrecienta en la adolescencia y hasta los 35 años. «Hay una brecha de género abismal en la juventud, tienen una gran percepción de inseguridad en el espacio público, mientras que los hombres en este tramo de edad mucho menos». La brecha se reduce a partir de los 65 años, en la que ambos sexos se sientes vulnerables. La arquitecta Eva María Álvarez subraya esa percepción subjetiva que «predispone» a una mujer a ocupar o no la vía pública. «La violencia contra las mujeres está ahí, es real, las matan en sus casas, sus parejas... En el espacio público te pueden agredir en puntos específicos que son peligrosos para todo el mundo», reflexiona. «El feminismo defiende la igualdad de condiciones en todos los ámbitos, también en la vía pública», añade.

En el ámbito urbanístico, el camino pasa por dar soluciones que eviten la autocensura, la inhibición a la hora de salir a la calle, solas, o de noche. Elementos que, en suma, eviten que en la ciudad, a ciertas horas o zonas, las mujeres se confinen voluntariamente en sus hogares o que, si salen, lo hagan con el miedo en el cuerpo. El terreno es complejo, pero se ha avanzado en el urbanismo con mirada de género y ahora están claramente identificadas aquellas zonas de sombra que fomentan la percepción de inseguridad en las mujeres. La directora del Instituto Valenciano de Edificación, la también arquitecta Begoña Serrano, destaca dos factores clave: la iluminación y la visibilidad. «Observar y ser observable», resume. «Son cuestiones obvias, pero que a veces no se tienen en cuenta. En ocasiones el diseño se centra en lo bonito y sin darte cuenta puedes crear zonas inseguras» explica. Y pone un ejemplo: el puente de las Flores, una colorida zona de tránsito pero que es absolutamente ciega. Las flores, cuenta, son una barrera que te invisibiliza y al otro lado, el vacío del puente. «Es muy curioso y ocurre en todas las ciudades; donde menos te lo esperas te encuentras un lugar en el que te sientes insegura». Y ahí viene la lista: calles mal iluminadas, plazas solitarias, puentes, pasadizos, jardines o parques cuyo arbolado reduce la visibilidad, bocas y estaciones de metro, etc.

La peatonalización, un debate urbanístico

Serrano aboga por un uso mixto del espacio público, allí donde se combinan las viviendas con los comercios en plantas bajas e introduce en el debate el dilema sobre la peatonalidad. «A veces es mejor el término medio, retirar los coches puede no ser lo mejor desde el punto de vista de la seguridad», apostilla. En todo caso, el mejor radar de aquello que se percibe como un espacio inseguro son las propias mujeres», añade. Novella defiende las auditorías de género mediante las conocidas como marchas de seguridad, una fórmula que permite obtener información sobre los puntos negros y «empoderar» a las mujeres que participan. «Comprenden que no es cobardía y que es un sentimiento compartido, con independencia de su nivel cultural», explica. La experta recomienda que estos recorridos se centren en la vida cotidiana y con una muestra representativa de mujeres. «Son las que caminan los barrios, eso las hace ser una expertas» continúa, y aboga por incorporar la voz de quienes más necesitan un espacio público confortable: las amas de casa, las personas mayores, con diversidad funcional, inmigrantes. «Esas personas dependen más de un buen espacio público, un parque puede ser su salón», señala. Eva María Álvarez, que ha diseñado junto con el arquitecto Carlos Gómez numerosas propuestas para incorporar la perspectiva de género en el urbanismo y la vivienda en la C. Valenciana, coincide en que el mejor criterio, el más seguro, es mezclar los usos con personas activas en la ciudad en diferentes horarios del día.

Espacio transitado y bien iluminado pueden convertir un punto inseguro en uno accesible. Begoña Serrano pone el ejemplo del viejo cauce del rio Turía, un lugar de esparcimiento durante el día, pero que al caer la noche se volvía hostil. La responsable del IVE valora la actuación realizada en este espacio: «Hace unos años, a nadie, hombre o mujer, se le ocurría meterse en el río. Ahora está iluminado, hay pistas para hacer deporte, te cruzas con gente que corre. En verano hay ambiente hasta de noche», señala. Otro ejemplo de zona que ha perdido subjetivamente peligrosidad es el pasaje del túnel entre las grandes vías. Las expertas consultadas coinciden en que este es otro buen ejemplo de actuación con mirada de género porque ha pasado de ser un túnel «oscuro, sucio y lleno de ruidos de coches» a estar bien iluminado y limpio. La iluminación es fundamental, pero ¿en qué cantidad?. Novella se adelanta el debate ecológico. «No se trata de grandes cantidades de luz, sino de una luz adecuada, dirigida a peatones, no al cielo». «Mejor luz blanca que amarilla porque permite reconocer mejor los rasgos», matiza.

La brecha de género en la movilidad

La profesora Álvarez apunta a los estudios sobre los diferentes patrones de movilidad que tienen los hombres y las mujeres (ellas son más peatonas y usan más el transporte público, luego están más expuestas), lo que conduce nuestro recorrido a las estaciones de metro, otro punto negro para muchas mujeres. Serrano apunta que la automatización de las taquillas (cada vez hay menos personal) genera sensación de inseguridad. De hecho, desde Ferrocarrils de laGeneralitat Valenciana, la directora de Igualdad, Seguridad y Relaciones Institucionales, Anaïs Menguzzato, asegura que se está trabajando continuamente en esta dirección. «Todas nuestras estaciones de metro subterráneas ya tienen cámaras de vigilancia, que contribuyen a disipar la inseguridad porque siempre hay alguien mirando», señala. Además, también apunta a que en la reforma de la línea 1 que comenzará «en breve» se mejorará la iluminación porque en estos espacios «es deficiente».Además, hay otra variable que afecta de lleno en la percepción de seguridad: la limpieza de los espacios. En este sentido, Menguzzato también asegura que se ha reforzado este servicio: «Limpieza, iluminación, videovigilancia y seguridad privada», concluye.

Los datos corroboran la percepción de la inseguridad

El metro, junto con los portales o las paradas de autobús, son considerados lugares de transición, donde puedes dejar de ser visible y por tanto focos donde se centra la visión de género. Según la macroencuesta realizada en 2019 de Violencia contra la Mujer, el 32 % de las agresiones sexuales se produjeron en zonas abiertas, como parques o calles. En el transporte público se produjeron un 8 % de los ataques, si bien los datos de Ferrocarrils de la Generalitat señalan que a lo largo de 2020, en la red de València, se produjeron 2 agresiones (tocamientos) y 4 amenazas sexuales.

Otra de las experiencias -casi- implementadas en el transporte público son las paradas violeta de la EMT. «Estaba previsto poner en marcha el servicio el 23 de marzo, pero la pandemia lo paró todo. Todavía no tenemos fecha cerrada para lanzar el servicio, con la restricción de la movilidad nocturna es complicado», señala Marta Serrano, directora gerente de EMT València. Además, está especializada en movilidad con perspectiva de género y asegura que pese a que la mujer es la usuaria mayoritaria del transporte público, «estamos en clara minoría en las empresas del sector».

Ese es, como en tantos otros segmentos laborales, parte del origen del problema. Como Serrano incide, «históricamente los viajes se han organizado de ida y vuelta, al trabajo o a estudiar, típicamente realizados por hombres adultos que se mueven en coche, sin tener en cuenta la movilidad de la mujer, más cercana, más corta y mucho más compleja». ¿Por qué? Por realizar tareas esenciales como llevar a los menores al colegio, ir al médico, hacer la compra o logística del hogar. «La planificación del transporte público debe tener en cuenta este tipo de movilidad», apunta.

El urbanismo con perspectiva de género avanza poco a poco en la Comunitat Valenciana. El Botànic dio un impulso desde la Conselleria de Vivienda y hay experiencias municipales como la realizada enEstivella, cuyo ayuntamiento presentó el primer Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) que contempla objetivos de género. «El diseño o la planificación de un pueblo marcan la forma de vida de sus habitantes y la relación entre personas, por eso debe tener en cuenta a las mujeres», explica el alcalde, Rafa Mateu, a Levante-EMV. Según el nuevo PGOU, los vacíos urbanos que existen en un municipio causan sensación de abandono, desasosiego, indefensión y miedo, en especial para las mujeres. Estos puntos negros frenan la movilidad de las mujeres.

También las Corts dio un paso adelante al aprobar una proposición no de ley en la que contempla un mapa de puntos negros de inseguridad femenina en la ComunitatValenciana. Todos los grupos políticos la apoyaron, menos Vox, y planteaba que desde el urbanismo «se aumente la seguridad de las mujeres». Por ahora, la propuesta no se ha materializado todavía, algo que sí hizo la Subdelegación del Gobierno al presentar la misma iniciativa en la provincia de Castelló.

Aunque existen avances, la velocidad es lenta. La normativa valenciana apenas hace vagas referencias a cuestiones de seguridad o movilidad con visión de género y València está lejos de la normativa de habitabilidad vasca que, por ejemplo, obliga a la permeabilidad visual de los portales.

El urbanismo con perspectiva de género dejará de ser necesario cuando la mujer no se plantee a qué hora salir o por qué zonas caminar, sino que la ciudad sea un espacio público que trate por igual a las mujeres y a los hombres.

"Hay estrategias como fingir que hablas por teléfono o cambiar de acera"

Patricia Moreno Barberá | Publicista, 30 años

Patricia Moreno reconoce que el miedo es plausible una vez cae la noche, pero evita especialmente pasar por callejones o zonas peatonales. Para evitar ese mal trago, utiliza estrategias como «el consabido truco de acelerar el paso, fingir que hablas por teléfono o cambiar de acera como si fueras hacia otra dirección», explica, y lamenta que en invierno «la inseguridad es mayor porque las casas tienen las ventanas cerradas». 

"En el metro he tenido miedo, me he sentido sola y observada"

Amanda Sánchez | Estudiante, 16 años

Amanda Sánchez es estudiante de Bachillerato y a sus 16 años admite que ha sentido miedo al coger el metro en València a última hora de la tarde. Siente que es un lugar donde es fácil que te observen y te sigan. Esperar sola en el andén le genera inquietud y cree que una mejor iluminación y ver más personal de seguridad le daría mayor tranquilidad.

"Con la peatonalización nadie pensó que de noche las calles se quedan vacías"

Angie Calero | Periodista, 30 años

«Tenía 15 años cuando peatonalizaron las calles que rodean la casa de mis padres y gustó mucho: menos tráfico y contaminación. Nadie pensó que cuando cierran los locales, las calles se quedan vacías», explica Angie Calero. Para ella, volver a casa de noche siempre ha sido una «odisea» porque el taxi no podía dejarla en el portal. «Si hubiera cámaras y me atacaran podría decírselo como medida disuasoria», asegura. 

"Intento ir por avenidas grandes por la noche para que si pasa algo, me vean"

África Pitarch | Ilustradora, 30 años

A África Pitarch le generan inseguridad los portales. «Me fijo en los rincones ocultos desde la entrada porque una vez accedes, no sabes si estás sola o no. En mi casa he calculado que me daría tiempo a subir por las escaleras si hubiera alguien escondido», explica. Además, por las noches evita los callejones y toma grandes avenidas por donde pasan coches «que puedan alertar o ayudarme». 

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