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Colapsólogo
Pablo Servigne Colapsólogo

Pablo Servigne: "Hay que hacer el duelo del mundo que conocíamos"

La serie francesa "El colapso" (Filmin) retrata en ocho escalofriantes capítulos –rodados en plano secuencia– los días del hundimiento de la sociedad postindustrial. En la cocina del guion estuvo Pablo Servigne (Versalles, 1978), ingeniero agrónomo y doctor en Biología convertido en teórico estrella del cataclismo. Ha desplegado argumentos en el ensayo «Colapsología» (Arpa).

Pablo Servigne, ingeniero, biólogo y teórico del cataclismo.

¿Alguien le invita a cenar? Una sobremesa con usted no la repara un Almax.

Soy alguien simpático y suave. Hay una distancia entre el mensaje que transmito y la manera en que lo hago. Trato de tocar los corazones, no la cabeza. Y creo que eso es lo que desbloquea el cerebro de la gente.

Pablo Servigne, ingeniero, biólogo y teórico del cataclismo. ricard cugat

A desbloquear. Lo que expone «El colapso» es una exageración, ¿no?

¡Lo que muestra no es nada! En la serie hemos dado una versión positiva.

¿Enfrentamientos por combustible? ¿Súper vacíos? ¿Millonarios a la fuga?

Eso ya está ocurriendo. Libia y Siria son Mad Max. Hay gente armada con kaláshnikov circulando por el desierto a causa del petróleo. Y hay millonarios que saben y compran terrenos en Nueva Zelanda.

¿Qué saben?

Davos lleva años analizando el shock. Preocupa el colapso de la biosfera y el de la sociedad industrial, pero la alternativa es diabólica: hay que elegir entre colapso o colapso. Si queremos salvar la biosfera, hay que hundir nuestro modo de vida; si no lo hacemos, colapsaremos igual. Yo lloro al pensar que mis hijos, de 9 y 7 años, no conocerán los elefantes. Serán animales imaginarios como para mí lo fueron los dinosaurios.

¿Tan ciegos estamos?

No queremos ver. El hundimiento financiero, el fin del petróleo, las pandemias, la fragilidad del mundo económico, el fin de los glaciares, la creciente desigualdad. Todo llega al mismo tiempo. Hay que comprender e intentar organizarse y, mientras, hacer el duelo del mundo que conocíamos. Aceptemos que vamos a morir y procuremos que lo que nos queda de vida sea una vida buena.

Con esa incertidumbre, ¿vida buena?

La incertidumbre es el motor de la acción. Hay gente, como yo, que tiene que leer todos los libros para empezar a actuar. Otros actúan para comprender, cortando madera y fabricándose un inmueble. El colapso podría ser una iniciación colectiva a la muerte.

¿...?

En los pueblos primitivos, los ancianos internaban a los jóvenes en la selva y, al volver, ya eran hombres. Tomaban contacto con la muerte y renacían a través de la comunidad. A los 14 años tuve un accidente –iba en bici y me atropelló un autobús– y sufrí muerte clínica. Esa experiencia de la fragilidad me ha dado fuerza. El colapso podría ser la oportunidad de romper el miedo y darnos cuenta de la importancia de la interdependencia.

Y de mentalizarnos para la escasez.

Lo peligroso no es la escasez, sino entrar en ella con la cultura del egoísmo, que es una ideología difundida por los ricos. Ellos hablan de la ley de la selva pero, cuando observas la selva, lo que ves es ayuda mutua. Los humanos tenemos una enorme capacidad de altruismo.

Aguantamos un año de confinamiento, no 10, que sería lo óptimo para la biosfera.

Hay que acostumbrarse a vivir en una economía de confinamiento. Se puede pasear, ver gente, viajar en burro. Cristóbal Colón y Marco Polo lograron la mundialización con energías renovables. Yo propuse al Parlamento Europeo volver a la agricultura de tracción animal y arrugaron la nariz. ¡Que nos dejen experimentar modos de vida que permitan hundir la economía necrotecnológica!

Parece que no hay tiempo, ni manera.

Hay que encontrar los intersticios abandonados por el capitalismo para crear mundos nuevos. Y hay maneras: la desconexión, el desmantelamiento, la desobediencia, la retirada. Será hiperfatigoso, porque habrá que defenderse de los ataques del Estado y de la maquinaria mediática. Es importante un cambio de conciencia, y hacerlo rápido y a la vez.

¿Qué diferencia ve entre vivir y sobrevivir?

Un ejemplo: si pones a un grupo de survivalistas en un bosque, un año después no hay bosque y ellos se han matado unos a otros. Si pones a un grupo de amerindios, al año el bosque es más hermoso y ellos han hecho una comunidad con rituales. Los rituales importan.

Da gran autoridad a los aborígenes, veo.

Nos dan lecciones. Cuando hace 50.000 años se asentaron, masacraron a los animales; luego se dieron cuenta del error y aprendieron a vivir con ellos. Sus formas de organización prácticas y espirituales permiten un equilibrio con el medio. Esa es la cuestión política importante que nosotros, los modernos, tenemos encima de la mesa. Hay que tratar a la naturaleza como sujeto. ¿Por qué no un Parlamento de las Especies? Si no compartimos, vamos a morir, también los ricos.

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