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La democracia liberal y las autocracias

Nunca sabremos si la situación en Europa podría ser ahora distinta si se hubieran respetado compromisos asumidos tras la implosión de la URSS

La democracia liberal y las autocracias

La Historia se ha puesto en marcha de nuevo, con su peor rostro. La ocupación de Ucrania por parte de Rusia nos devuelve al horror de la guerra, la violencia y los millones de refugiados. Ahora en Europa. Y como siempre, más allá de lo que en su momento expliquen los historiadores, las huellas perdurarán en la memoria de varias generaciones. Todavía es pronto para imaginar todas las implicaciones de esta guerra, sus efectos no previstos en el plano geopolítico y sus consecuencias económicas, sociales e incluso electorales. Pero serán profundas y duraderas. Noam Chomsky lo ha definido como un momento crucial de la historia de la humanidad.

Deberíamos estar hablando de un Estado complejo como Ucrania, de nivel de vida en un país de capitalismo pobre con baja calidad institucional y de las esperanzas de sus gentes, pero desgraciadamente no es eso lo que allí se dirime ahora. Es mucho más que una guerra devastadora y criminal que vulnera derechos y acuerdos, para adentrarse en el terreno de los crímenes de guerra. Parafraseando a Joseph Nye, allí tienen lugar varias partidas simultáneas de ajedrez en distintos tableros superpuestos.

Hablamos de historia y de geografía de la Europa del Este, del orden mundial nacido después de la Segunda Guerra Mundial, del desmoronamiento de la Unión Soviética en 1991, de los errores de EE UU y la OTAN (valga la redundancia) en Europa y de los silencios e impotencia de la Unión Europea, de la Europa que pudo haber sido y de cómo imaginar otra Europa ahora, de las prioridades de la UE, de geopolítica de la energía y de las materias primas, de los intereses de EE UU en Europa y en el Pacífico y del nuevo orden mundial postoccidental que imaginan autocracias como Rusia y China frente al modelo social de las democracias liberales. También de riesgo de recesión económica y de profundo impacto emocional. Dos recesiones económicas en menos de una década y dos ‘cisnes negros’ (una pandemia global y una guerra) en dos años, es demasiado para la salud mental de la mayoría de nosotros.

De esa relación de cuestiones quiero destacar solo una. Me refiero a la gran confrontación entre democracia liberal y cualquier forma de autocracia, despotismo, teocracia y variantes de dictaduras que en el mundo existen. Y aquí, si analizamos algunos textos y declaraciones recientes (recomiendo en especial la lectura del discurso pronunciado por Putin en la Conferencia de Seguridad de Munich en 2007 y la declaración conjunta de la Federación Rusa y la República Popular de China del pasado 4 de febrero), vemos que existe una constante y subyace una visión del mundo que China y Rusia pretenden imponer y que es incompatible con la democracia liberal.

La constante es que cada vez que ha habido movimientos ciudadanos reclamando libertad y democracia en esos países o en sus áreas de influencia, se han sofocado con los tanques. Todos tenemos presentes los ejemplos. La visión que subyace es que cuestionan nuestro modelo de sociedad, afirman que hay otras versiones posibles de democracia, como las que creen que existe en sus países, hablan de humillación y frustración, manifiestan un resentimiento histórico hacia lo que significa Occidente, han construido una narrativa para justificar su modelo autoritario y pretenden preservar o reconstruir espacios de influencia por la fuerza.

La ironía de la historia es que a veces hay victorias que se convierten en derrotas y derrotas que pueden convertirse en victorias. La paradoja es que con la invasión de Ucrania, Putin ha conseguido diluir las Ucranias políticas, económicas, culturales y lingüísticas existentes y que su identidad nacional hoy sea más fuerte que antes de 2014.

De nada sirve ahora, en mitad de esta guerra, reconocer errores del pasado. Nunca sabremos si la situación en Europa podría ser ahora distinta si se hubieran respetado compromisos asumidos tras la implosión de la URSS. Pero en materia de defensa, si la UE quiere abandonar su actitud indolente y subalterna respecto a los intereses estratégicos de EE UU, que no siempre coinciden con los nuestros, ha de hacer realidad aquella aspiración expresada por Angela Merkel de hacernos cargo de nuestro propio destino. Duele ver a Biden y Putin hablando de Europa, sin Europa.

Ignoro si todavía se está a tiempo o tal vez ya es demasiado tarde para alcanzar acuerdos estables y un final próximo de la guerra. Y no estoy seguro de que sea bueno para Europa convertir a Rusia en un Estado paria. Pero sí lo estoy de algunas enseñanzas que me ha proporcionado la historia.

En primer lugar, que existe una inercia profunda y mayoritaria en nuestras sociedades que indica que aspiramos a vivir en ecosistemas institucionales, políticos, sociales y culturales en los que se dé el mayor grado de libertad posible con el mayor nivel de igualdad y solidaridad posibles. En segundo lugar, que la razón y las urnas acaban prevaleciendo sobre las armas, que Kant acaba prevaleciendo sobre Hitler o Stalin. Finalmente, que la democracia liberal contribuye a mejorar la vida de la gente como ningún otro modelo de organización social. Y los datos lo corroboran. El PIB per cápita de Ucrania es hoy cuatro veces inferior al de algunos países vecinos que hoy son miembros de la UE, mientras que en los años noventa no había diferencias tan apreciables. Por eso las autocracias saben que la democracia liberal es su mayor amenaza.

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