Los proyectos que nacen con una intención definida, siempre se rebelan contra las malas rachas porque al final acaba resistiendo una idea en la que creer. En cambio, los planes fallidos quedan expuestos a que las grietas se multipliquen conforme avanza la temporada. El problema del Valencia no viene del amago de dimisión de Gracia en octubre. Aquello, más bien, fue la constatación del fracaso cuyo pecado original se remonta a septiembre de 2019, en la más caprichosa decisión que se recuerda en un gran club europeo en los últimos tiempos. Competir es sagrado, pero también ayuda creerte el club en el que estás. Y el Valencia es un club ausente, carente de versos. Solo inspira una rendición que se mastica en silencio aunque su puesta en escena se posponga mientras aguante la ambición en el terreno de juego. Pero en Valdebebas, el Valencia tardó 52 minutos en chutar y transmitió las primeras señales de claudicación. La superioridad del Real Madrid fue plácida, sin oposición, una tarde de recreo para que tipos veteranos como Kroos, Modric y Benzema desplegasen su mejor repertorio. La cercanía de las brasas del descenso, la presión de una masa social a la que la humillación directiva no le hace olvidar un siglo de educación en el inconformismo, reactivará las señales nerviosas del equipo. Pero la temporada nació como morirá, marchita.

La parada antiacadémica de Jaume en el minuto 8, a disparo de seco pero centrado de Casemiro, activó la memoria de Benzema, verdugo habitual de los blanquinegros. El gol es un asunto bien complejo. Para marcar goles hay que tener clase, que los vientos de las rachas acompañen, pero también es un oficio de intuición y memoria, mucha memoria. En el minuto 11, con una contra nacida de un saque de banda grotesco del Valencia, el atacante franco-argelino recibió en el vértice del área con el tiempo suficiente para perfilar el cuerpo y para recordar cómo fue su gol en Mestalla, en el 4-1 de la primera vuelta. Desde la misma posición y enroscando la definición de manera muy parecida al palo largo. Con siete tantos, el Valencia ya es el equipo que más goles encaja de Primera desde fuera del área. Un tanto que alimentará el debate de la titularidad del portero de Almenara, cuya máxima implicación no basta para remontar un nivel que en los últimos meses ha descendido y condiciona muchos partidos.

A pesar de que Gracia haya creído encontrar, sin más competiciones por delante que LaLiga, un molde fiable de equipo titular, el Valencia no dio un paso hacia delante. En la pasada jornada ya se vieron síntomas de complacencia, cuando en San Mamés el equipo blanquinegro no se lanzó a morder los tres puntos con el Athletic Club exhausto. El tempranero gol del Madrid borró del campo a los valencianistas, que perseguían la sombra de la pelota basculada por un Kroos imperial. Hasta Varane avanzaba sin oposición en conducciones largas. Ante tal demostración de autoridad merengue, en el Valencia afloraban signos de frustración por parte de actores habituales, como Guedes, que se cobró una amarilla gratuita en el centro del campo y ya no saldría del vestuario en el descanso. El del extremo luso, símbolo patrimonial de la caduca época singapuresa, es otro debate.

En el 42, Kroos rubricaba su partidazo con el segundo tanto local. Modric y Lucas Vázquez (sustituto del lesionado Carvajal) desbordaron a Correia, abandonado a su suerte por Guedes. El lateral gallego cedió atrás para que el mediocentro alemán embocase a placer desde la frontal. Desde su posición en una cabina, Gracia vio que debía acometer cambios con urgencia. Gameiro y Musah primero, Oliva y Kang In después, oxigenaron al Valencia, que imprimió más brío al juego, que empezó a inquietar mínimamente a Courtois con un potente chut de Maxi Gómez y a asumir riesgos que se tradujeron en contragolpes madridistas. En uno de ellos, el VAR anulaba un gol de Mendy por fuera de juego. Zidane no quiso derramar mucha más sangre, y retiró a Modric y Benzema porque ya no eran necesarios y porque aguarda un mes de febrero con el regreso de la Champions, la competición fetiche de los blancos.

Cutrone contó con diez minutos, que deben servir para adquirir un mayor ritmo competitivo en un equipo que va a necesitar de alternativas, imaginación, soluciones y valentía para acabar salvando la temporada. El partido murió manso, sin recordar en nada a aquellos duelos broncos y eléctricos de no hace tanto contra el Real Madrid, con tantas emociones que impedían conciliar el sueño y de los que se seguía hablando durante días y días. No será el caso.