El espíritu del campeón se difumina

El Levante UD es incapaz de conservar su ventaja ante el Zaragoza el día de la celebración de la Copa de 1937

El balón vuela cerca
de la portería del Levante, a
noche en Orriols.  j.m.lópez

El balón vuela cerca de la portería del Levante, a noche en Orriols. j.m.lópez / rafa esteve. valència

rafa esteve. valència

La vida, al igual que el fútbol, demuestra que nunca es mal momento para celebrar. Aunque pase el tiempo o pese a que el contexto sea inadecuado. Al Levante, que vive maniatado a su obligación de volver a Primera División cuanto antes, le sobran motivos para celebrar y, por encima de todo, para evadirse de todo tipo de presión e ilusionarse por competir nuevamente en la élite. Ante los mejores. Sin embargo, está acostumbrado a navegar entre la incerteza y a estar en la cuerda floja de manera constante. A pesar de que se invocó a ese equipo que, durante la Guerra Civil y en tiempos tremendamente adversos, no tuvo miedo en defender unos colores sin importar la negativa circunstancia y ganar la Copa de la República, el Levante fue incapaz de contagiarse. Antes, la afición granota celebró aquel título del 37, reconocido oficialmente esta semana, y entregado ayer por el presidente del fútbol español, el exlevantinista Rubiales.

La imagen del equipo, derrotado y abatido en el terreno de juego tras la señalización del encuentro, fue un síntoma de urgencia de cara a un reto de ascender a Primera que no para de tambalearse. El empate contra el Zaragoza fue un nuevo revés dentro de una temporada llena de emociones, pero donde los vaivenes y las dudas aparecen en el peor momento posible para alimentarlas.

El conjunto de Javi Calleja, aún buscando su versión más aplastante para dar un golpe sobre la mesa del ascenso, pero siendo insistente de manera constante, se presentó ante su público con vestimentas mejores a las del último mes. La victoria contra el Racing de Santander, también impulsada por una Copa del 37 que tuvo su reconocimiento ese mismo día, subió la moral de un Levante que, ante el Zaragoza, salió con todo y encontró su ventaja en los primeros coletazos de la noche. A los diez minutos del comienzo, Montiel, en tres cuartos de campo, recogió un balón que terminó filtrando, entre centrales, a un Iborra que merodeaba por el área. De la misma manera que el ‘20’ detectó a su capitán, llegó a tiempo para recoger el lanzamiento del ‘10’ rechazado por Cristian Álvarez y, desde la frontal, mandarlo al fondo de las mallas. Orriols, aún emocionado por el homenaje previo al encuentro y concienciado con la importancia en la que se adentra la temporada, enloqueció con la diana de un futbolista que va a más.

La fiesta, de hecho, no pudo comenzar de mejor manera. La sensación fue que el cuadro de Javi Calleja se acercaba al segundo, pero el guion cambió por completo. El Zaragoza, que no renunció a los puntos en juego, no solo ganó vida, sino que se la puso en peligro al Levante. Bermejo fue el encargado de desestabilizar las emociones en el Ciutat con un verdadero golazo. Fran Gámez solo tuvo que dársela. El ‘10’ recogió en la banda derecha, se perfiló hacia su pierna buena y, cuando encontró un espacio para armar su zurda, ejecutó un lanzamiento que fue imparable para Dani Cárdenas. El empate despertó un nerviosismo que dio alas al conjunto de Fran Escribá. De hecho, Bebé quiso emular a su compañero goleador con otro disparo desde la lejanía, pero esta vez, se fue por arriba de la escuadra derecha. Sin embargo, la más peligrosa estuvo en las botas de Giuliano Simeone, que después de quedarse solo ante su arquero rival, disparó desviado y a pocos centímetros. Un carrusel de oportunidades que no sentaron buen a un Levante que quiso tirar de orgullo. Sobre todo, después de la expulsión, por protestar, de Marcelo Saracchi. Es más, se quedó cerca mediante la fe de un Pepelu que, con un cañonazo, se topó con el larguero y un Montiel que, a ocho del final, casi marca su segundo de la noche. El Ciutat invocó el espíritu del campeón por todos los medios, pero se quedó a mitad camino. Pese a ello, el ascenso exige muchísimo más, y hasta ahora, el Levante está dando tibios argumentos para lograrlo.