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Análisis

41 años: La CEV deja atrás las sombras

La patronal provincial fundada en 1977 se ha convertido en la nueva autonómica, se ha saneado y ha ganado independencia pero en sus cuatro décadas de vida han abundado los escándalos, las luchas cainitas, las escisiones y las injerencias políticas

41 años: La CEV deja atrás las sombras

Si uno echa la vista atrás, es difícilmente imaginable concebir que esa jaula de grillos que en tantas ocasiones ha sido la CEV haya llegado a los 41 años en tan buena forma. Escándalos financieros, luchas cainitas, escisiones, agente político más que económico en algunos tramos de su trayectoria, la vida de la actual Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana ha sido compleja. Muy compleja. Tal vez, incluso, pudo no haber sobrevivido. Sin embargo, el viernes celebró un atípico aniversario ?esos 41 que casi son ya 42- reconvertida en la gran patronal de toda la autonomía. Así que, vista ahora, parece un historia de éxito.

La CEV nació el 28 de septiembre de 1977, fruto de la fusión de la Confederación Valenciana de Empresarios, la Agrupación Empresarial Independiente y la Agrupación Empresarial Valenciana. Hacía tres meses se habían celebrado las primeras elecciones de la democracia y España empezaba a desperezarse de la larga y oscura noche del franquismo. Todo el país comenzaba a organizarse. También los empresarios, en su inmensa mayoría procedentes del sindicalismo vertical de la dictadura.

Iborra y Jiménez de Laiglesia

Las cuatro décadas de vida de la CEV han dado para todo. Dos de sus presidentes tuvieron que dimitir. Lo hizo Vicente Iborra en 1986, el primero que tuvo la organización, tras verse salpicado por el caso Save, una concesionaria de aparcamientos en aeropuertos. Fue condenado a dos años de cárcel por apropiación indebida y falsificación de documentos oficiales. Luego, el Gobierno socialista lo indultó. Una década más tarde también dejó el cargo de forma anticipada el tercer presidente de la CEV: José María Jiménez de Laiglesia. Fue en febrero de 1997. Se fue dando un sonoro portazo en medio de rencillas internas con otros dirigentes y el desafecto del nuevo Consell de la Generalitat encabezado por Eduardo Zaplana. Toda una sorpresa si tenemos en cuenta que un año y medio antes, Jiménez de Laiglesia y el lobby empresarial AVE que entonces presidía Federico Félix fueron los artífices de lo que se conoció como pacto del pollo, que propició un Gobierno de coalición entre Partido Popular y Unió Valenciana.

Fue el colofón inevitable a la elevada politización que había caracterizado la trayectoria de la CEV en los años inmediatamente anteriores. La patronal provincial se convirtió claramente en uno de los brazos armados del PP contra la Generalitat socialista de Joan Lerma. No podía ser de otra forma. Su entonces secretario general, Luis Espinosa, ejercía de muñidor de los populares -luego fue alto cargo cuando Aznar llegó al Gobierno-. Y el sucesor de Iborra, Pedro Agramunt, dejó el cargo para convertirse en fracasado candidato a la presidencia de la Generalitat por el PP en los comicios autonómicos del año 1991.

La dimisión de Jiménez de Laiglesia, artífice, por otro lado, de la adjudicación a través del patrimonio sindical del palacete de los condes de Carlet que sigue siendo la sede de la organización, también estuvo influida por el escándalo en los cursos de formación destapado en 1996 por Levante-EMV. Fue una de las vías que utilizó la patronal para financiarse. Varios de sus directivos fueron imputados, entre ellos el presidente y el secretario general. El Tribunal Supremo condenó a la CEV en 2006 a devolver a la Generalitat 1,5 millones de euros que había recibido entre 1993 y 1995 y cuyo destino no justificó.

Tras la abrupta salida de Jiménez de Laiglesia, bajo cuyo mandato se produjeron escisiones de asociaciones de pymes que dieron pie a la fugaz l'Empresarial como patronal alternativa, la organización casi se partió en dos. Tras la marcha de Espinosa en 1996 a Madrid, el entonces presidente eligió como sucesora a Pilar Briones, con quien no se entendió desde el primer momento. Hubo dos grandes bandos. La poderosa federación del metal lanzó un candidato casi outsider, José Sanchis Alcover, mientras otras sectoriales, con el entonces presidente de la Cámara, Arturo Virosque, a la cabeza, promovieron un ticket a la postre ganador formado por el constructor Rafael Ferrando como presidente y el dirigente del transporte Pedro Coca como secretario general. Pareció que las aguas volvían a su cauce. No duró mucho la alegría. La cada vez mayor sumisión de la patronal a la Generalitat del PP, el perfil bajo de Ferrando, su progresiva falta de sintonía con Coca, la dimisión de este en septiembre de 2003 a consecuencia de una muy cuestionada operación de compraventa de un edificio propiedad de la CEV y otro nuevo caso de formación pusieron fin a la presidencia del primero en el año 2005.

La llegada al cargo del entonces líder del metal, José Vicente González, supuso un punto de inflexión. La patronal provincial tuvo que hacer frente a las deudas de la formación con derramas y créditos bancarios, profesionalizó la gestión y trató de ganar independencia respecto del poder político. Fue una etapa exitosa, tanto que se vio en González a la persona que podría impulsar la siempre mortecina autonómica Cierval. Así que en 2011 se apartó de esta última a Ferrando, que se había cobijado en ella tras dejar la CEV, González le sucedió y se produjo el acceso de Salvador Navarro al frente de la CEV tras unas elecciones con todo a su favor pese a que contendió contra un hombre de la construcción: Juan Manuel Real.

Llega Navarro

Navarro prosiguió la senda de González y profundizó en la independencia con una política comercial muy activa de captación de nuevos afiliados que incrementara los recursos propios. El momento era muy delicado porque la crisis estaba en su peor momento y las administraciones acumulaban enormes deudas con las patronales. Este factor y la mala gestión interna prácticamente se llevaron por delante a las provinciales de Castelló y Alicante y, de paso, provocaron el hundimiento de la autonómica Cierval.

Eso fue en 2017. La CEV quedó como la única organización empresarial cúpula con el suficiente poder, sobre todo económico, para ejercer la representatividad de este colectivo. Así las cosas, con el apoyo decidido de la Generalitat, cambió sus estatutos, se transformó en autonómica y cogió el relevo de Cierval. No sin reticencias, que han llegado principalmente desde Alicante. Por eso no es de extrañar que la celebración del aniversario haya tenido lugar en esa ciudad. Navarro ha podido suceder a Antonio Garamendi en la presidencia de Cepyme, pero ha preferido quedarse en València para consolidar el nuevo proyecto autonómico. Eso sí, ha tomado el relevo en una de las vicepresidencias de la CEOE que hasta diciembre pasado ocupó José Vicente González.

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