Opinión

¿Escalar el Everest sin Tenzing Norgay?

¿Escalar el Everest sin Tenzing Norgay?

¿Escalar el Everest sin Tenzing Norgay? / Gonzalo Belenguer

Gonzalo Belenguer

El 29 de mayo de 1953, Sir Edmund Hillary coronó la cima del mundo: el Everest (8.848 m). Sin embargo, esta proeza, como suele suceder, olvida contar con todos los protagonistas que se han hecho acreedores de similares loores. Obviamente, el neozelandés no podría haber coronado en solitario ‘la Diosa Madre del Mundo’, como conocen el Everest en el Tíbet. Precisó de la ayuda del resto de la expedición británica liderada por el coronel John Hunt, pero, sobre todo, del nepalí Tenzing Norgay quien, a diferencia de los británicos, no fue nombrado caballero por la reina Isabel II.

Este relato de una vida pasada, reúne cierto paralelismo con la realidad y el desarrollo de nuestro tejido empresarial que, por encima de la media nacional, está conformado por alrededor de un 99% de pymes. Diariamente, nuestras heroicas empresas se enfrentan a sus particulares Everest, en entornos cada vez más complejos y globales a los que deben hacer frente para garantizar su viabilidad. Sin embargo, en esta pugna por la supervivencia, a través de la implementación de factores diferenciales que consoliden su competitividad, requieren de aliados estratégicos; expertos que innoven, que desarrollen I+D aplicada que aporte valor añadido a sus cadenas de valor…En definitiva, unos ‘sherpas’ que les ayuden a lograr sus particulares cimas.

Esa necesaria colaboración entre empresas y tecnólogos está basada en la confianza y en la profunda convicción de que para alcanzar las mayores cotas, por arriesgadas que parezcan, se precisa de un trabajo en equipo y de un entorno que propicie y facilite esa misión conjunta. A este respecto, y antes de que se publique el nuevo Regional Innovation Scoreboard (RIS) de la Comisión Europea, cabría preguntarnos cómo podríamos mejorar las condiciones del entorno para incrementar la colaboración entre los sectores industriales y nuestro ecosistema de innovación, como mecanismo para mejorar su competitividad; y, sobre todo, cómo emular las buenas prácticas de las regiones de referencia en esta materia.

A tenor de los últimos datos publicados por la Federación Española de Centros Tecnológicos (FEDIT), es de justicia destacar el impacto de nuestros institutos tecnológicos que, gracias a la acción de sus 2.000 profesionales, han guiado en su ascensión a más de 15.500 empresas, el 60 % del total de empresas españolas que colaboran con centros tecnológicos. Este tributo a los héroes anónimos, que lo es, trata de evidenciar la importancia de disponer de un ecosistema de innovación competitivo que, adecuado a nuestro endemismo productivo, ayude al tejido industrial en la escalada hacia la cima de su Montaña Sagrada.

¿Alguien podría imaginarse esta primera ascensión sin la necesaria colaboración entre Tenzing Norgay y Edmund Hillary?