Se acabó. El próximo martes Bancaja pondrá fin a 134 años de historia, dejará oficialmente de ser una entidad financiera y se transformará automáticamente en una fundación de carácter especial para gestionar los restos del naufragio: su obra social, el patrimonio artístico (relevante) e inmobiliario (escaso más allá de la sede de su Centro Cultural) y apenas 100 millones de euros con los que tratar de sobrevivir en unos años, los próximos, que serán de gran austeridad para el país. Entre 1878, el año en que la Real Sociedad Económica de Amigos del País fundó la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia, y este 2012 en que la entidad ha echado el cierre, el balance de su trayectoria, pese al descrédito de los últimos años, se acerca más al blanco que la negro, al menos para la sociedad valenciana.

El catedrático de Historia y de Instituciones Económicas de la Universitat de València Jordi Palafox, miembro del consejo de administración de Bancaja hasta 2006, recuerda que esta entidad, como tantas otras cajas de ahorros diseminadas por tantos pueblos de la Comunitat Valenciana, nacieron como instituciones sociales con dos grandes funciones: gestionar depósitos „en su primer año de actividad abrió 449 libretas„ y el montepío, en realidad una casa de empeños que sigue abierta en nuestros días „es el otro legado que recibe la futura fundación„ y que tuvo un papel trascendental en épocas de penurias, en especial para los valencianos en peor situación económica. A modo de ejemplo, Palafox recuerda que, a través de esta institución, un agricultor endeudado podía llegar a salvar su parcela.

En los años de la postguerra, el Gobierno añadió una nueva misión: financiar al sector público con los depósitos de sus clientes. Concretamente, las cajas compraban las emisiones de obligaciones que hacían las eléctricas o el Instituto Nacional de Industria, que, como tenían garantizada esa demanda por ley, ofrecían bajos precios en las colocaciones. El resultado de todo aquello, según Palafox, es que las cajas, entre ellas la valenciana, financiaban a empresas deficitarias y facilitaban el abaratamiento de servicios básicos como la energía. Son años en los que Bancaja acentúa su expansión en su territorio natural mediante la absorción de otras cajas de ahorros „Alzira, Vila-real, Alberic, Xàtiva, Gandia„ y la apertura de oficinas.

El gran cambio „y el origen en parte de su ruina„ se remonta al decreto Fuentes Quintana de 1977 que equiparó las cajas a los bancos y que consagró unos órganos de gobierno nada profesionales y muy politizados y la ausencia de instrumentos para la captación de capital similares a los de los bancos. Ambos factores „nunca modificados en las sucesivas reformas financieras„ explican por qué Bancaja, la tercera entidad de ahorros de España al empezar la crisis, ha desaparecido del mapa: Una expansión desaforada gracias a la financiación del sector promotor e inmobiliario, el recurso sin límites al endeudamiento externo y unos órganos de gobierno conformado por muchos consejeros sin la suficiente preparación que tampoco se jugaban su propio patrimonio, como sucede en los bancos, y que no tenían ninguna capacidad de influir en la gestión de los todopoderosos ejecutivos. La política se enseñoreó de los consejos „repartido el control entre socialistas y populares„ y llegó al extremo de situar en la presidencia de Bancaja a un exconseller, exvicepresidente y expresidente del Consell „José Luis Olivas„ que había dictado leyes que afectaron al funcionamiento de la entidad. El final es de todos bien conocido. Carcomida por una deficiente gestión y atragantada de ladrillo, la entidad intentó salvar algunos muebles mediante su fusión/absorción con Caja Madrid y otras cinco cajas de menor tamaño en lo que supuso el nacimiento de Bankia. El pasado junio, sin embargo, la matriz de esta, el Banco Financiero y de Ahorros, donde tenía el 37,7 % del capital, fue nacionalizada y Bancaja dejó de actuar como entidad financiera. El martes, se disolverá.

Además de la inmensa aportación socio cultural que realizó su fundación „ahora continuará, pero muy mermada por la reducción o ausencia de ingresos„, Palafox destaca otras dos contribuciones de Bancaja a la sociedad valenciana: la expansión del mundo financiero al ámbito rural y el haber permitido, con su política crediticia, alcanzar los altos niveles de propiedad inmobiliaria que disfrutan los valencianos. Aunque sea en negativo, lo que se pierde con la muerte de Bancaja también es indicativo de lo que aportaba. El catedrático de Historia y de Instituciones Económicas destaca cuatro factores: La pérdida de la banca relacional que universaliza el crédito porque conoce al cliente y no solo busca la rentabilidad. A este respecto, «las pymes deberán rehacer ahora su reputación ante las nuevas entidades» que copen el vacío dejado por Bancaja. Hay también una pérdida de capital humano especializado con la desaparición de los servicios centrales. Además, «se pierde visualización valenciana en el mundo económico», no en vano Bancaja „y la también desaparecida CAM y el Banco de Valencia„ eran un activo del menguado poderío de la autonomía. Por último y respecto a la ya citada obra social, Palafox recuerda que Bancaja y CAM destinaron en la última década mil millones a este menester.

El vínculo con «El Mercantil Valenciano»

El lugar que ocupa la sede de Bancaja „ahora propiedad de Bankia„ en la calle Pintor Sorolla de Valencia tiene una relación histórica con este diario. Allí estuvo la redacción, la administración y el taller de El Mercantil Valenciano desde el 3-V-1915 hasta que la 3ª Cía. de Radiodifusión y Propaganda del Ejército de Levante los ocupó el 29 de marzo de 1939 y publicó durante 15 días «Avance». Allí vio la luz el 16 de abril de ese mismo año el primer ejemplar de Levante, cuya redacción estaba compuesta por gente como Martín Domínguez, José Ombuena, V. Coello, R. Ferrando Llácer o José Barberá. Y allí se estuvo editando hasta que en abril de 1967, siendo director Adolfo Cámara Ávila, cambió el avejentado pero histórico y céntrico palacio de la calle del Pintor Sorolla 10 por un nuevo y afuncional edificio de la entonces suburbial avenida del Cid, donde, eso sí, se dotó de una rotativa Koenig & Bauer que le permitió empequeñecer un poco su formato.