E l Colegio de Ingenieros Agrónomos de Levante ha pedido calma ante la reciente llegada a les Illes Balears de la Xylella fastidiosa, una bacteria detectada en explotaciones de Mallorca e Ibiza. Se trata de una enfermedad que puede atacar a más de trescientas especies vegetales (productivas, ornamentales y silvestres), que se transmite con la ayuda de una importante diversidad de insectos vectores y cuya agresividad depende, por una parte, de la subespecie de la que se trate y por otra, del estado sanitario del material vegetal que ataca («complejo de enfermedades»). Sin desdeñar un ápice la preocupación que esta bacteria está acarreando, es importante trasladar un mensaje de serenidad ante dicho problema y pedir prudencia en el tratamiento y en la recepción de la información, ya que posiciones alarmistas o sensacionalistas pueden dañar al sector más que los efectos de la propia enfermedad.

No obstante, este problema vuelve a poner encima de la mesa viejas reivindicaciones y a mostrarnos los puntos negros de la estrategia de sanidad vegetal. Se sigue constatando que el patrón de entrada y la dispersión de plagas y enfermedades invasoras tiene un recurrente elemento común: el control fitosanitario de las importaciones. Necesidad de control, por cierto, totalmente «desnaturalizada» en el nuevo proyecto de «Directiva de Sanidad Vegetal» presentado por la Comisión Europea, en el que se abandona el deseable y lógico «principio de precaución», defendiendo un modelo de medidas que traslada a los exportadores (países terceros) la responsabilidad de elección de las condiciones fitosanitarias de importación a la UE y los correspondientes tratamientos de cuarentena. Es decir, la Comisión Europea, haciendo oídos sordos al propio Parlamento Europeo y a los productores comunitarios del Mediterraneo, convierte a los exportadores en «juez y parte».

Si bien es cierto que las decisiones comunitarias no son adecuadas para desarrollar una estrategia óptima de sanidad vegetal, nuestras administraciones „todas las que tienen competencias en esta materia„ sí que tienen la capacidad y la obligación de ponerse manos a la obra de una forma coordinada, de crear equipos estables de ingenieros agrónomos dotados de medios y recursos para poder desarrollar medidas efectivas de detección, control y contención. Y, por otra parte, deben propiciar que los investigadores, que son los responsables de buscar las soluciones que todavía no existen, dispongan de suficientes recursos y medios para poder desarrollar su trabajo.

Es decir, particularizando con la Xylella, si bien es verdad que en el corto plazo las autoridades han activado, dotado y coordinado los planes de contención, el medio y largo plazo se revelan como fundamentales para poder superar esta crisis. Por ello, desde el COIAL vamos a seguir muy de cerca la dotación de recursos que hacen las administraciones, y si entendemos que resultan insuficientes, tenemos la obligación, por el bien del sector, de denunciarlo y reclamarlos.

La historia de las plagas y enfermedades es tan antigua como la historia de la agricultura. Historia que nos muestra, de manera indiscutible, que el tiempo y los efectos negativos transcurridos hasta su control tienden, claramente, a reducirse. Esta es la consecuencia del desarrollo tecnológico del sector agrario.