Prometió inversiones, acabar con la financiación, proteger el sector de los cítricos, el motor... El esfuerzo de Pablo Casado por hacer suya la agenda valenciana apenas se ha traducido en un escaño más en la Comunitat Valenciana: de los siete logrados el 28 de abril, a los ocho cosechados anoche. Una contribución pobre si se tiene en cuenta su remontada en España con 21 escaños más. En este contexto, los resultados electorales, aunque mejores que hace seis meses en escaños, número de votos y porcentaje, dejan a la organización valenciana y a su capitana, Isabel Bonig, en una situación complicada ya que Vox se convierte ahora, con siete escaños, en principal contrincante.
Las expectativas que tenía el PPCV de crecer más se vinieron abajo conforme avanzaba el escrutinio. Pronto se vio que la ultraderecha es ahora el principal problema que tienen, el partido que les pisa los talones: hace seis meses les separaban 175.810 votos y cuatro escaños y desde ayer unos 116. 000 y un diputado. En la provincia de Valènica la distancia se reduce a 60. 000 votos. Y es que a diferencia de lo que ha ocurrido en el resto de España, el PP apenas crece en territorio valenciano a costa de Ciudadanos. El escrutinio del 10N evidencia que es Vox, y no el PP, quien ha triturado al partido de Albert Ribera, de forma que la estrategia de moderación del PPCV no ha servido para una remontada significativa.
Desde este punto de vista, la segunda cita con las urnas ha sido una oportunidad perdida para que los populares recuperen la hegemonía y obliga a Bonig y a los suyos a una reflexión sobre qué estrategia tomar a partir de ahora.
La organización estaba convencida de que sólo podrían recuperar los votos fugados a Ciudadanos, pero estos se han ido de forma mayoritaria a Vox. Se da, además, la circunstancia de que el referente de Vox en el Congreso de los diputados es un excargo destacado del PP valenciano, Ignacio Gil Lázaro, un veterano que conoce a pies juntillas la organización.
Además, una buena parte de las voces críticas a Bonig proceden de la vieja guardia. Si a esto se suma los recelos de Génova hacia Bonig, el futuro de la presidenta popular se oscurece. Así, el PPCV de Isabel Bonig resiste, pero con la espada de Damocles de un golpe de mano por parte de Genóva que fuerce una renovación en la cúpula.
Ahora bien, el PP de Bonig tiene también datos positivos a los que agarrarse y con los que hacerse valer. Para empezar, ese escaño más gracias a la provincia de València, de modo que esta circunscripción pasa estar representada por cuatro diputados frente a los tres que tenía ahora.
En Alicante y Castelló, la foto es fija: se conservan los tres diputados en la provincia alicantina y el diputado castellonense. Pero además, en términos absolutos, el PPCV gana más de 84.300 votos, de los que más de la mitad, 50.500, proceden de la provincia de València. Su distancia con el PSPV, además, se achica. En términos porcentuales y en números absolutos. El PP pasa del 18,5 % del voto al 23 %, casi cinco puntos más respecto a los resultados del 28 de abril y acorta a cuatro puntos y medio su distancia con el PSPV. Por otro lado, los populares deján muy atrás a un Ciudadanos que llegó a acariciar el sorpasso las pasadas elecciones.
El medio punto que les separaba se agiganta y se sitúa ahora en nada menos que 16 puntos. El temor del sorpasso viene ahora de la extrema derecha. El PPCV mejora también el porcentaje de la media del PP a nivel nacional, que se queda en 20,81 %, má de dos puntos más. El 13 % de lo que crece Casado en votos proviene de la Comunitat Valenciana.
Isabel Bonig puso en valor estos datos y mantuvo que el PPCV ha demostrado que es el partido del centro derecha y «el único que puede ser alternativa al presidente Ximo Puig a la Comunitat Valenciana». Para Bonig el hecho de que haya más votos en el bloque del centro derecha es un «serio aviso» al Botànic ya qu ela ciudadanía «no quiere sus políticas». Según Bonig si se trasladaran los resultados del 1oN a unas autonómicas, la mayoría absoluta estaría en el bloque del centro derecho.
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