ETA
Txapote se niega a declarar por el asesinato de un concejal del PP: "No se ha arrepentido"
La Audiencia Nacional juzga desde este miércoles el atentado terrorista que arrebató la vida a Manuel Zamarreño hace 25 años
Los familiares han asegurado que "lo más duro" ha sido "ver las caras" de los etarras

Agencia ATLAS
Alberto Muñoz
Los etarras Javier García Gaztelu, alias Txapote, e Irantzu Gallastegi, alias Amaia, se han negado a declarar en la Audiencia Nacional ante el tribunal que les juzga por el atentado terrorista que arrebató la vida hace 25 años a Manuel Zamarreño, concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Rentería. Él, con gesto serio y en euskera, y ella con una media sonrisa que han tenido que presenciar sus familiares. "Lo más duro", ha dicho una de las hijas de la víctima, ha sido "ver sus caras": "No se han arrepentido de lo que hicieron".
La Fiscalía pide para ellos 120 años de prisión por asesinar a Zamarreño con una moto bomba el 25 de junio de 1998. El retraso en el juicio se ha producido no solo por la dificultad de disponer de los terroristas, que estuvieron detenidos en Francia, sino también por las incógnitas que rodearon al ataque. Finalmente, hace apenas un par de años, el magistrado de la Audiencia Nacional Ismael Moreno consideró que ya existían suficientes evidencias para procesar a dos de los tres integrantes del comando Donosti, responsables, entre otros atentados, de matar a Miguel Ángel Blanco. A pesar de que aparece en la causa, el tercero, apodado Oker, no está siendo juzgado, pues falleció un año después de los hechos juzgados.
"No voy a declarar, no voy a participar, no voy a contestar", ha dicho con gesto serioTxapote, que no ha querido enfrentarse a las preguntas de Fiscalía, acusación ni tan siquiera de su propia defensa. Amaia, a la que se ha visto más relajada y que incluso ha llegado a dedicar una amplia sonrisa a modo de saludo presumiblemente a su representación, ha sido más escueta en su negativa.
De aquí al viernes la AN les juzgará por un delito de asesinato terrorista de miembro de corporación local, otro de asesinato terrorista contra un agente, dos delitos de asesinato terrorista, un delito de tenencia, fabricación, transporte y colocación de explosivo y un delito de estragos terroristas. Dentro de esos cargos, por lo tanto, no se juzga únicamente el asesinato de Zamarreño, sino también las consecuencias físicas y psicológicas que arrastran desde entonces quienes estaban cerca del joven político del Partido Popular aquel día.
"Un logro"
Tanto para los familiares de Zamarreño como para el resto de damnificados por la explosión de esa moto bomba, el hecho de que lo sucedido llegue a juicio ya es "un logro", aunque no sepan "qué es lo que va a pasar".
Durante la sesión de hoy, el escolta que le acompañaba ha relatado, por ejemplo, cómo la detonación le "cegó" y le reventó los tímpanos, algo de lo que no ha podido recuperarse ni siquiera con intervenciones médicas tanto en el ojo como en una de sus orejas: "Cuando pude apoyarme en un coche no podía verme, me metía las manos por los orificios que me provocó la metralla en los músculos del pecho y me caía la sangre por todos lados".
El escrito de acusación de la Fiscalía explica que, "para llevar a efecto su plan homicida", el 25 de junio de 1998 los tres terroristas "decidieron colocar un artefacto explosivo en una motocicleta que estacionarían en la vía pública en un lugar próximo a aquel por el que transitara" Zamarreño. Lo habrían hecho, además, "asumiendo el riesgo de afectar no sólo a los bienes, sino a la vida de terceras personas, y, especialmente, del agente policial" que ejercía de escolta.
Para ello, cinco días antes, Amaia se habría hecho presuntamente con una motocicleta gracias al DNI de otra persona no implicada, y, en ella, colocaron una bolsa de tela en la que iba oculta la bomba casera. Las pruebas recabadas apuntan a que "el artefacto estaba compuesto por entre uno y dos kilos de amosal, con un trozo de resina de poliéster para bulonaje químico a modo de carga de multiplicación y con clavos de 35 mm de longitud como metralla".
Alrededor de las 11:10 horas, uno de los tres etarras, dice el escrito de acusación, habría activado la detonación mediante un mando a distancia, lo que le costó la vida inmediatamente a Zamarreño, que estaba casado y era padre de cuatro hijos.
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