Vicente Caballer Ramírez dio fin a los diecinueve días de «mascletàs» de las Fallas. Dieciocho, para ser exactos, tras la suspensión de Caballer FX el jueves por lluvia. El tener casi dos decenas de disparos pirotécnicos diurnos es todo un lujo, y que se hagan en pleno corazón de Valencia lo es más. Caballer, la insigne casa polvorista que ha formado prácticamente a la mitad del sector de esta tierra, fue la protagonista del día de San José. Su «mascletà» comenzó respetando la tradición: con una traca valenciana. Tras ella vino lo mejor del disparo: un inicio aéreo variado y bien presentado. Primero se oyeron sirenas esto dio gusto, por inhabitual, luego siguieron truenillos verdes, después chicharras y, por último, tras pasar por un breve momento de truenillos otra vez, vimos truenos en el aire formando un anillo. Los disparos se sincronizaron para que surgieran de tal forma que dibujaban un aro en el cielo. Y se oyeron torbellinos, otro tipo de sonido diferente, antiguo, muy bien traído aquí. Por último, repicó en tierra con truenos digitalizados que tuvieron golpes sueltos geniales marcando cierres. Aquí es cuando jugó también con momentos sin sonido, con vacíos. En este primer momento de la «mascletà» el pirotécnico puede usar los silencios. Sólo aquí. No después. Vicente Caballer jugó ahí con los tiempos, rodeando toda la plaza, para pasar después a disparar sólo en el lado Norte donde la falla. Concentrado ahora ahí, nos ofreció silbatos, truenillos y un goteo de truenos. Sin hacer un marcaje evidente pasó a tierra. Ahí, en el fuego de cuerdas, comenzó de forma lenta, como debe ser. En el aire acompañó con truenillos amarillos y con pitos. Se vio un fuego rotundo, que fue creciendo hasta verse acompañado, luego, de truenillos rojos y chicharras, ganando así más fuerza en el aire. Los masclets del suelo iban, además, con bengalas de colores para vestir más el día de San José. El terremoto, encendido con conexión eléctrica, al menos sí entró con la dirección natural del fuego aunque de forma demasiado evidente. Solapó el comienzo del bombardeo aéreo con el final del terremoto y ofreció una rúbrica con focos rojos, rodadas de truenos en el suelo y pantallas que surgían de forma digitalizada por todo el perímetro de la plaza. Caballer cerró con golpes arriba y abajo, dando un último golpe de cierre en el suelo, dejándonos con ganas de un repique final más certero.