Valencia ardió anoche, pero no fue fácil. Fue peligroso. Las rachas de viento, que acompañaron al ritual del fuego, provocaron más problemas de los esperados. Y si una comisión lo pasó especialmente mal, esa fue la de Convento Jerusalén, cuya «cremà» fue muy accidentada. En el momento de arder, trozos de falla encendidos fueron empujados por el viento. El gran tamaño de estos y la fuerza del viento los envío a la zona donde estaban, precisamente, los falleros de la comisión, ante lo que estos tuvieron que salir huyendo apresuradamente, buscando refugio en el interior del casal. La fuerza del incendio fue tan grande que incluso este recinto fue tomado literalmente por el humo y una fallera fue atendida a causa de una ligera intoxicacion. Testigos presenciales aseguraron que el momento pasado había sido realmente dramático. Sin embargo, el orden con que se refugiaron en el casal, impidió males mayores.

Desalojado el balcón municipal

En el balcón del Ayuntamiento de Valencia la cosa no fue menor. Tras un castillo correcto y un encendido muy original en el que la cabeza del león de la falla oficial comenzó a arder desde dentro, las llamas empezaron a tomar altura y a proyectar miles de pavesas incandescentes hacia el edificio consistorial. Tal fue la fuerza de las chispas que el palco tuvo que ser desalojado a toda prisa. Ni la fallera mayor, Estefanía López, ni la alcaldesa Barberá ni el presidente Fabra ni el resto de los ilustres invitados se salvaron de la lluvia de fuego. La propia alcaldesa sufrió en su pelo la furia de las pavesas lanzadas por el viento. La que resistió fue la fallera mayor, que aunque estuvo a punto de soltar unas lágrimas, aguantó tal vez asustada por la escena que estaba presenciando. El león se consumió en unos 20 minutos mientras los bomberos le arrojaban agua sin cesar para intentar frenar la dispersión de las pavesas.

700 monumentos, a ceniza

Viento y agua pusieron en aprietos a bomberos y comisiones, aunque la fuerza del fuego acabó imponiéndose y reduciendo a cenizas la totalidad de los 700 monumentos de la capital y los pueblos. Acabaron las fiestas de 2015, las que iban a ser las Fallas del caloret, el palabro que la alcaldesa Rita Barberá lanzó en la Crida y que se convirtió rápidamente en viral. Es cierto que las calles se han vuelto a llenar de turistas. Sin embargo, no han sido tantos como en años anteriores y se calcula que la cifra de negocio ha caído un 15 por ciento. En todo caso, con las cenizas aún calientes, los falleros comienzan a soñar con las fiestas de 2016, un año en el que la Unesco estudiará si declara las Fallas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Al león de la plaza del Ayuntamiento le llegó su hora, tal y como estaba previsto, a la 01:00 de la madrugada. Pero la ceremonia de la cremà había arrancado tres horas antes. Las cerca de 380 fallas infantiles de la capital empezaban a arder ante el llanto de los más jóvenes. A las 22.30 horas se consumía la falla infantil de Duque de Gaeta-Puebla de Farnals, que no podía tener un lema más apropiado: «Despertà a la primavera». Lo hizo en solitario, como privilegio por ser la mejor falla de la Sección Especial.

A las 23:02 horas, María Donderis encendía la traca que prendió fuego a su falla «Painting Valencia», que en apenas nueve minutos se consumió. El viento levantó algunas chispas que enseguida controlaron los bomberos. Rita Barberá y Alberto Fabra fueron los encargados de consolar a la fallera mayor infantil y su corte cuando rompieron a llorar desconsoladamente por el fin de la fiesta, observadas desde los balconces del Ayuntamiento por la fallera mayor, Estefanía López, y los invitados a la cena oficial de la «cremà», entre los que se encontraban buena parte de los conselleres de la Generalitat y los embajadores de Egipto, India, Polonia, Rusia y Turquía.

Por necesidades de los bomberos y la seguridad de los itinerarios, la cremà de las fallas grandes había comenzado a las 22.00 horas con Serranos-Plaça dels Furs, pero el grueso de los monumentos ardió a medianoche, llenando el ambiente de la capital de un intenso humo negro y un agrio olor a quemado, propagado con rapidez por las rachas de viento.

La noche fue un polvorín en Ciutat Vella, con las comisiones y los bomberos prendiendo fuego a monumentos cada media hora hasta terminar pasadas las tres de la madrugada en la plaza del Mercado.

Al contrario de lo que la previsión indicaba, la lluvia no hizo acto de presencia en la cremà de los monumentos, por lo que en la mayoría de los casos no hizo falta acelerar la combustión con más carga de gasolina.