«Nací en la falla. Sólo faltó que mi padre dejara el canasto en la puerta del casal». Nació y creció. Tanto creció que, para cuando fue fallera mayor infantil en 2007 ya estaba a punto de alcanzar el 1,71 que luce ahora. Eso y los doce-trece años de edad que tenía propició que recuerde sin traumas su imposible intento de alcanzar la corte infantil. «Aquello lo que hizo fue animarme porque era vergonzosa y me espabiló bastante. Pero... era más alta que mi fallera mayor».

Y así pudo enfrentarse, por ejemplo, a la entrevista de trabajo de Ikea. «Después de echar muchos currículums, me llamaron y me cogieron. Estoy en Ikea Food, pero en verano estoy en dormitorios. Llevo desde que lo inauguraron». Y pese a trabajar todos los días, está a punto de rematar la carrera de derecho. «Me falta el trabajo de fin de grado y las prácticas.

¿Cómo se consiguen las dos cosas? Pues... esforzándote mucho». Su sueño a corto plazo, cambiar la ciudad del comercio de interior y hogar por la ciudad de la justicia. «Abogada o fiscal». Y además, la falla: «he sido delegada de infantiles, he estado en juveniles, aunque el año de fallera mayor no me dejaron, pero ahora he vuelto». Y si sale de la corte, seguro que estará encantada de que le vuelvan a quitar atribuciones en la comisión.

Este año ha sido fallera mayor «y era algo muy pensado». Quería serlo además con el presidente que era, Alberto. Y el entorno de la corte de honor ya lo ha tocado casi con los dedos con una de las falleras de su grupo, Lourdes Theureau, que lo fue hace apenas dos años. «Que alguien que conoces esté ahí lo vives con mucha ilusión, ya sea en presencia, alma o espíritu. La seguimos siempre que pudimos». Si Alba saliera de la corte podría hasta darse el caso de que heredara el puesto de Lourdes, en la fila de las altas.