Si a Carla Suárez le dicen que es "piojosa" (o "piojoza" con ceceo), le ofenderá menos que a la mayoría de la gente. Porque ella lo es de origen al cincuenta por ciento: por la parte de la familia que procede de La Línea de la Concepción, donde se les llama así. Los que son de allí se conocen la historia: «años atrás era diferente: los "piojosos" eran los de Algeciras, porque, al parecer, por el puerto entró una plaga. Los de Gibraltar eran los "especiales" porque no eran ni españoles ni ingleses y los linenses eran los "llanitos", porque el terreno es llano. Pero hubo un momento en que se cambiaron y ahora, los gibraltareños son los "llanitos", los de Algeciras son "especiales" y nosotros nos hemos quedado con lo de "piojosos"». Reconoce que, cuando va, «el acento me cambia. Las infantiles me dicen que se me pone voz de telediario». Es la suerte de calarse dos peinetas: la de valenciana y la de gitana, indistintamente.

Pero Carla es Quart de Poblet desde que vio la luz. Después de haber estado de niña en General Asensio-Marqués de Solferit, Carla quería y quería ser fallera y en casa le dijeron que cuando tuviera más autonomía, que se apuntara. «Pensaban que se me pasaría. De eso nada: a través de amigos conocí la comisión en la que estoy ahora». Tribunal de les Aigües. Esa que busca con su candidatura estrenarse en el cuadro de honor de la corte.

Antes pasó por el cargo de fallera mayor. «Era mi sueño. Había visto ya a mis amigas y quise por contagio. Tuve unas fallas excelentes, con suerte en la Ofrenda y puedo decir que lo he vivido todo. Es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Lo tenía más claro que la boda». Esto llegará en su momento. Con 27 años ya está integrada en el mercado laboral: lleva cuatro años en la empresa de seguros Gesconta, donde ahora es la resonsable del departamento de administración. Y mientras, quema energías en el grupo de senderismo «jo vaig a la muntanya».