Confeccionar el jurado que tiene el elegir sucesivamente a la corte de honor y posteriormente a las falleras mayores de València se ha convertido en un problema. Y prueba de ello es que la asamblea de esta noche, en la que los presidentes deben elegir a cuatro de estos componentes (los otros tres los pone el presidente de la Junta Central Fallera) va a ser más bien una votación excluyente.

Porque, por ejemplo en infantiles hay sólo seis candidatos para cuatro plazas, formado por cuatro presidentes y dos miembros de la JCF. En mayores el listado tampoco está en consonancia con la expectación que genera el proceso y el acontecimiento social que supone: apenas hay nueve candidatos. Siete presidentes de falla, uno de agrupación y un miembro de la JCF.

Una vez elegidos esta noche se sumarán a los tres nombrados por Pere Fuset para, el fin de semana, iniciar las pruebas. Pero resulta llamativo el hecho de que un cometido que es importante en la fiesta (en una parte de ella) y que tiene mucha responsabilidad pero, a la vez, mucha satisfacción personal, genere tan poco interés entre más de 500 aspirantes potenciales (entre presidentes y miembros del organismo fallero).

Parte de la explicación de esta apatía radica en, paradójicamente, una de las bondades del proceso: que un mismo jurado hace todo el proceso de elección. Tanto la elección de la corte (que finalizará el 21 de septiembre) como el de la fallera mayor (posiblemente sea el 10 de octubre). Pero, a su vez, tiene un problema: la necesidad de que sea gente con disponibilidad para, durante más de un mes, poder organizar y llevar a cabo reuniones, tanto entre semana como en fines de semana, incluyendo sesiones de muy larga duración.

Y otra de las consecuencias ex, precisamente, que la modalidad infantil (que, tradicionalmente, «luce» menos) tiene una cantidad escasísima de voluntarios.

A esto hay que añadir las propias dificultades que tiene el concejal de fiestas con su particular terceto, puesto que está constreñido a unas posibilidades muy limitadas: una fallera mayor de València y una cortesana de años anteriores y tan sólo una persona «libre», sin más condición que la de ser fallero o fallera.