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Una montaña de latas

Pólvora y basura a las dos de la tarde

La disposición que pretende acabar con el comercio ilegal y evitar incidentes afecta a la gran mayoría de los envases que se llevan a la plaza

La nueva normativa municipal, por la que estará prohibido llevar latas y botellas de vidrio a la «mascletà», cambiará (o deberá cambiar) notablemente el aspecto de la Plaza del Ayuntamiento al acabar cada una de las citas del 1 al 19 de marzo. Sobre todo, si se consigue la concienciación general, ya sea por convencimiento o por la coacción que puede suponer la anunciada imposición de sanciones.

El cambio será tan sustancial como que estarán prohibidos más del 75 por ciento de los envases que actualmente se llevan a la plaza y aledaños para hidratarse antes de cada «mascletà». Porque son especialmente las latas el elemento base e identificativo en la montaña de basura que se acumula al final de cada disparo y que, en tiempo récord, se encargan de recoger los empleados de la contrata municipal de limpieza.

Este es el resultado de un muestreo realizado sobre más de 750 envases, reflejados gráficamente y contabilizados, al acabar «mascletades» tanto de 2019 como de 2018 en diferentes zonas de la plaza. Una verdadera radiografía, de elaboración propia, a base de las fotografías realizadas a pie de calle en esas jornadas.

El resultado es claro y no admite más que ligeras oscilaciones en los porcentajes. La práctica totalidad de bebidas que se llevan son latas, con casi tres cuartas partes del total (un 74,6 por ciento de las contabilizadas). Le sigue, con una cuarta parte (el 22,4 por ciento), las botellas de plástico y, a una distancia casi testimonial, los bricks y las botellas de vidrio.

Una composición que, por cierto, cambia sustancialmente cuando se analizan los residuos de los botellones de verbena, en los que se impone la botella de vidrio (la de alcohol) y la de plástico (la del refresco para completar el «cubata»), relegando claramente al bote.

La «mascletà» reúne a decenas de miles de personas, que acuden desde bastante tiempo antes a los alrededores de la plaza. La montaña de basura final es resultado de los pertrechos que traen a tal efecto ?para calmar la sed y entretener el apetito? o que adquieren en la zona (tanto a comercios como a bares o lateros ilegales). Así, el paisaje está formado por verdaderas montañas con las mencionadas latas y botellas, pero también envases de comidas y papeles y plásticos procedentes de muy distinta procedencia.

Prohibición de difícil aplicación

La medida de prohibir las latas y botellas de vidrio no es tanto por la dificultad a la hora de recogerlos ni por la ecología como por la posibilidad de que se produzcan incidentes (que se conviertan en elementos arrojadizos) o accidentes (las caídas por resbalones durante y al acabar son un clásico) y que, especialmente las latas, ayudan a la proliferación del comercio ilegal. La Concejalía de Protección Ciudadana, que dirige el edil Aaron Cano, quiere que la prohibición, a la que se dará publicidad, también quede especificada en el Bando de Fallas.

La premisa sería traer de casa botellas de plástico o adquirirlas en los mismos establecimientos. No será fácil acabar con una costumbre que está acompañada, sobre todo en el caso de las latas, de comodidad. De hecho, tanto esta prohibición, como la del botellón (es decir, extremar la vigilancia y sancionarlo) despiertan dudas sobre la posibilidad material de ponerla en práctica.

Lo cierto es que la plaza, desde la una a las dos y media, se convierte en una inmensa cafetería ambulante, con consumo abundante y asegurado. Aunque, con la tónica general, afortunadamente, de que al tratarse de horario diurno, es una ingesta, fundamentalmente de alcohol de baja graduación.

Bebidas anti-lipotimia

Porque en lo tocante a qué se bebe en la «mascletà», la cerveza es, con mucha diferencia, la reina indiscutible. Ayudada, además, por la existencia en ocasiones de puestos de venta de patrocinadores. Pero, como en tantos otros eventos, es la bebida por definición. Tanto, que más de la mitad de los envases encontrados son de cerveza. Refresca y sienta bien, pero no es lo más indicado para la población de riesgo en caso de lipotimias, tan frecuentes en la «mascletà» por la combinación de exposición al sol y agobio de las multitudes.

La sabiduría popular recomienda en esos casos las bebidas que figuran en segundo y tercer lugar: los refrescos azucarados y el agua, que se va al tercer puesto con sus botellines de plástico.

Muy por detrás se encuentran otro tipo de bebidas como las isotónicas, energéticas, zumos o compuestos con lácteos. La horchata no es precisamente una bebida muy «fallera» (aunque el «sol de fallas» la hace recomendable a esas horas) y no se lleva embotellada. Es probable que alguna pudiera tomarse en los vasos de usar y tirar.

Y también la comida

¿Cómo se completa el menú de una «mascletà»? Una parte de los asistentes aprovechan para saldar ahí la comida del mediodía. Por eso, en la basura post-disparo se encuentran no pocas bolsas de las franquicias de comida rápida o simples restos de bocadillos. Para otros no pasa de ser el aperitivo y por eso son incontables las bosas vacías de snacks salados que se acumulan. Pero para un espectáculo en el que hay que pasar bastante tiempo esperando, el elemento más utilizado, exactamente igual que se puede contemplar en cualquier partido en Mestalla o el Ciutat de València, son las pipas de girasol. Al acabar la «mascletà», la plaza es una alfombra de cáscaras. El menú se completa con algún vasito que contuvo helado, café o alguna piel de plátano.

El futuro parece estar marcado por los vasos de papel con tapa, aunque todo dependerá de la severidad con que se aplique la nueva prohibición.

El milagro posterior: la recogida

Un comportamiento solidario, más allá de las nuevas disposiciones, aconsejaría que cada asistente al disparo fuera capaz de resistir la tentación de no tirar al suelo sus residuos y esperar al momento de «escampar» para depositarlos en contenedores (las papeleras se saturan en apenas un par de minutos). Pero la pauta general es tirar las cosas al suelo sin recato. El milagro viene inmediatamente después, cuando la brigada de operarios dejan la plaza y las calles aledañas como una patena en tiempo récord. La fiesta debe continuar.

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