Elección de las falleras mayores. El gran test de credibilidad de la fiesta

María José Catalá preside por primera vez un proceso que pide a gritos una revisión, además de desembarazarse de unos clichés que duran décadas

El cargo se ha enriquecido en los últimos años, superando el concepto de "representante" y virándolo hacia el de "embajadora"

Ensayo de la proclamación de 2024, con las todavía candidatas.

Ensayo de la proclamación de 2024, con las todavía candidatas. / Germán Caballero

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

La ciudad de València conocerá hoy sus falleras mayores de 2024. Se cierra así un proceso que ha durado tres meses y medio, desde que, el 30 de junio, Russafa B celebrara la primera de las preselecciones.

El ritual marca que, a las siete de la tarde, y en el Salón de Cristal, se celebra un pleno extraordinario de la Junta Central Fallera en que se hace entrega del sobre con los nombres a la primera autoridad municipal. Ésta trasladará a los componentes la potestad de abrirlo ahí o hacerlo en el hemiciclo, en una asamblea extraordinaria convocada al efecto, como así se hará.

Será allí donde se leerán las actas y, en el tramo final, el secretario general llamará al número de la elegida para escucharla por primera vez.

Estreno de María José Catalá

Será la primera vez que María José Catalá participe en este proceso como alcaldesa. La primera vez que será ella quien se dirija a los elegidos y lleve a cabo su particular versión del "Saps qui sóc?".

Superados los hipos y lloros, y las contestaciones de las elegidas -donde se suele vislumbrar si la contestación está más o menos preparada de antemano-, la comitiva se desplazará a los domicilios de las elegidas o a los casales, espacio que se está imponiendo en los últimos años, donde se gana en espacio y operatividad.

Una cuestión de credibilidad

El ritual, que concluirá al día siguiente con la Proclamación, dejará para el futuro la revisión que pide a gritos todo este proceso. La figura ha crecido notablemente en los últimos años. Es incuestionable que, más allá de la neutralidad que debe regirla, su contenido ha ganado enteros -especialmente impulsado por la declaración de la fiesta como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad-. Incluso de concepto, donde la idea de "representante" ha ido desplazándose hacia las de "portavoces" o "embajadoras". Y todo ello, pese a lo mucho que queda por hacer, especialmente con unas cortes de honor que, habiendo cambiado plenamente la media de edad, está compuesta por mujeres con carreras de diferente grado e integradas o en vías de ello, en el mercado laboral. Las falleras mayores, por definición, se desenvuelven en entornos cada vez más exigentes -siempre lo han hecho, pero ahora, corregido y aumentado- y su figura tiene todas las oportunidades del mundo.

Pero esta mejora de contenido no está acompañado por el componente subjetivo. Si parte de salida con la falta de credibilidad de una parte de la sociedad, fallera o no, donde se aceptan clichés que perviven desde hace décadas -que sólo salen elegidas jóvenes de clase alta, que los veredictos están pactados desde hace meses- la propia conducta de quienes toman la decisión es motivo de examen, especialmente en los últimos años. Y prueba de ello es el endurecimiento de las condiciones para ser jurado.

Si el cargo se renueva cada año, la credibilidad del mismo también y aunque es verdad que, una vez cerrado el proceso, se suele pasar a aceptarlo y a proceder a la veneración anual a todo el cuadro, ya consolidado y puesto en actividad, también existe un primer indicio de pérdida de miedo a denunciar lo que puedan considerarse irregularidades mediante denuncias en la Delegación de Incidencias.

"No me temblará la mano..."

El nuevo concejal Santiago Ballester aseguró al inicio de su mandato, en una entrevista en Levante-EMV, que "no me temblará la mano" si aprecia actitudes o movimientos que vulneren los principios de igualdad de oportunidades entre las candidatas o la existencia de conductas inadecuadas entre los jurados, bien elegidos por la asamblea de presidentes bien elegidos por él mismo.

En cualquiera de los casos, el proceso precisa una reforma en todas sus fases. Sobre todo, porque los cargos mantienen todo su vigor -el proceso no ha perdido ni un ápice de interés y el número de candidatas que se presentan ni baja ni hay síntomas de que esto vaya a suceder- y requieren, por ello, una sensación de honradez general, habida cuenta que la totalidad del proceso es subjetivo.

También a partir de ese día se va a ir desentrañando cuál es la nueva forma de entender la figura de las falleras mayores de València con el nuevo equipo del PP. Qué tipo de protagonismo se le da y que iniciativas se le permiten.