Artista fallero, oficio de riesgo

El informe no señala que la inhalación de polvo de corcho blanco sea pernicioso, pero sí la mezcla de productos

Plantà de una falla.

Plantà de una falla. / LEVANTE-EMV

Moisés Domínguez

Moisés Domínguez

«Pero si nunca pasa nada». O casi nunca. Es verdad que la crónica de accidentes laborales no suele hacer referencia a hechos graves ocurridos con las Fallas como protagonistas. Desde que llega la primera plancha de corcho blanco hasta que se instala el último ninot. Pero existir, existen y se producen. E incluso hay que recordar que el que está considerado artista más importante de la historia, Regino Mas, falleció antes de tiempo por accidente laboral, al caerse desde un andamio. También no hace tanto tiempo, en 2019, Juanjo García cayó desde una escalera mientras plantaba una falla y sufrió varias fracturas que acabaron por precipitar su jubilación del oficio.

El Instituto Valenciano de Seguridad y Salud en el Trabajo ha editado un manual de prevención que pone en evidencia, por una parte, las numerosas posibilidades que se tienen de sufrir un accidente. Seguramente, como en prácticamente cualquier actividad. Si se empieza a «rascar», el peligro siempre está presente.

El objetivo final del organismo autonómico es «promover la cultura de la prevención, sensibilizar al sector de los riesgos, identificarlos y prevenirlos como herramienta educativa».

Pero es verdad que en el oficio de artista fallero confluyen varios tipos de situaciones con peligro latente. Especialmente por un motivo: salvo cuando ya está plantada y cuando se quema, el artista fallero está presente en la totalidad del proceso: elabora, transporta y planta la falla. Cada uno de ellos con sus intangibles.

El resultado es un manual de más de 300 páginas sólo dedicados a señalar las actividades, los factores de riesgo, su consecuencia en la salud y la forma de prevenirlos. Para ello, técnicos del Instituto han «peinado» los talleres falleros, contemplando la forma de trabajar y fotografiando el proceso prácticamente desde todas las perspectivas imaginables. Con lo bueno y con lo malo que, pretende, mostrar aquello que, haciéndose, no se debe hacer.

Posturas inverosímiles

Operarios y artistas en posturas inverosímiles, con calzado inadecuado o sin la protección adecuada, estanterías mal apiladas, utillaje en mal estado... conforma la particular galería del «eso no se hace», que son necesarios visibilizar para evitar, en la medida de lo posible, acudir al trabajo apelando a la inmunidad o al socorrido «no me tienen que explicar cómo hacer las cosas», añadiendo el arriesgado «nunca pasa nada».

De entre todos los debates sobre siniestralidad en el trabajo, hay uno que siempre ha flotado en el ambiente sin una solución o sentencia. Resultan evidente los riesgos visibles -cortarse, quemarse, sufrir una caída, sufrir una descarga...- pero el enemigo invisible es el de las inhalaciones. Tiempo atrás quedó irresoluta la multiplicación de enfermedades oncológicas entre artistas que trabajaron con frecuencia el poliéster como elemento de modelaje. Ese debate está superado porque ha dejado de ser un producto habitual. Pero desde que se introdujo el «corcho blanco», también está la duda de si puede pasar algo a medio plazo en la salud de los artistas. Mucho antes de que llegara la pandemia, en los artistas ya se veían las mascarillas. Que no todos utilizan.

En el estudio, curiosamente, el INVASSAT destaca como más peligrosa la exposición al polvo de madera «que puede desencadenar afecciones respiratorias o cáncer», pero se apunta en ese sentido como atenuante que «en la actualidad su uso principal está en la generación de elementos para el armazonado, sustentación y protección de estas»; es decir, que se corta relativamente poco -no ocurre eso con los talleres de vareta, claro-.

Ni barrer en seco ni con «pistola»

El informe, reveladoramente, asegura que al polvo de poliestireno expandido «no se le asocian peligros específicos para la salud», considerando más abundante y peligroso la mezcla, cuando se lija sobre el conjunto de corcho, masilla, engrudo o gotelé. Y también pone negro sobre blanco que algunas prácticas habituales no son convenientes. Entre ellas, barrer en seco o un clásico como es limpiar el polvo con aire comprimido que, además, «puede ocasionar lesiones graves en ojos, oídos o aparato respiratorio». La exposición a agentes químicos se destaca siempre como lo más importante a evitar dentro del apartado que no son traumatismos.

La lista en el taller es casi infinita: por el empleo de maquinaria -en un talle se sierra, se lija, se corta...-. Se recomienda no tener grandes elementos colgados de las nayas -almacenar en alto remates no les gusta nada-, tener especial cuidado con los elementos inflamables, apilar bien la materia prima en estanterías, emplear calzado y ropa adecuada cuando se está subido a una escalera, no tener orden a la hora de almacenar los productos, tener más y mejor iluminados los talleres, no trabajar en horas de excesivo calor, tener los equipos eléctricos en buen estado y un largo etcétera.

En la «plantà» se señala toda suerte de peligros, especialmente cuando se trabaja en altura. Entre las prohibiciones destaca la elevación de personas directamente desde el gancho de la grúa, en el clásico «columpio».

Este protocolo no es una legislación, pero sí un aviso de que sin prudencia, el oficio también puede amargar la vida y no sólo por la falta de dinero.