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“Quiero una casa, no un hotel”

Una vecina de Burjassot reivindica a la intemperie el derecho de vivir en su propio hogar

Gloria en el banco de la plaza del Ayuntamiento donde pasa las noches

El cielo –la poesía– está abierto a todo el mundo para vivirlo. No hay más que ver, desde cualquier parte, lo grande que es y la de cosas que caben. El poeta Lorca dijo que “un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros”. En Burjassot, por ejemplo, una mujer lleva cerca de cinco meses “viviendo bajo el techo del sol y las estrellas”. También de “nubes y chaparrones”. A la intemperie. Pero en estos momentos su sueño, quizá no tan poético, o tal vez sí, es vivir bajo el techo de una casa. ¿Por qué no? Como todas las personas, tiene derecho a ello y la Constitución Española lo avala. Hay muchas casas y no pocas, además, están deshabitadas.

Después de residir durante dos años como okupa en un piso del barrio de la Coma de la vecina localidad de Paterna hasta que la desalojaron en las pasadas fiestas de Semana Santa, Gloria Corchado, acompañada de su perrita ‘Linda’, volvió a instalarse en Burjassot. Justo antes de su estancia en la Coma, en la Ciudad de los Silos ya vivió “en una casa sin gente”, también “de patá”, algo más de un año. “La necesidad puede llevarte a este tipo de acciones, pero no me considero una okupa”, puntualizó a Levante-EMV.

  Desde su retorno a Burjassot –en abril– reside en la calle. En un carrito lleva sus pertenencias. Duerme en un banco de la plaza del Ayuntamiento junto a una fuente, un jardín y la estatua del poeta Estellés. “Cuando llueve mucho, paso la noche en los cajeros de algún banco”, confiesa. A otra clase de bancos –‘templos’– se refiere. En esta céntrica zona del pueblo, cada mañana se prepara para afrontar la jornada. Gloria no pierde la “esperanza de encontrar trabajo”. Remunerado, “como Dios manda”. De momento, a las puertas de centros comerciales y “sin pedirlo”, subsiste con el apoyo de voluntariosos vecinos. “Me regalan alimentos y productos de higiene.” 

  Asimismo –conocedor de la situación que atraviesa la mujer– el ayuntamiento, a través de su departamento de Servicios Sociales, la está ayudando. Según fuentes municipales, Gloria ha empezado a percibir “una subvención de 150 euros mensuales” –a cargo de las arcas del municipio– y está “autorizada a utilizar los lavabos del consistorio para su aseo personal cuando lo necesite”. “Esta cantidad de dinero, 150 euros, son mis ingresos”, confirmó la mujer.

  Además el personal técnico de Servicios Sociales “la está ayudando a tramitar la solicitud de dos prestaciones económicas como son el Ingreso Mínimo Vital y la Renta Valenciana de Inclusión”, que, respectivamente, el Ministerio de Seguridad Social y la Generalitat destinan a personas que “carecen de recursos económicos básicos para cubrir sus necesidades básicas” y “se encuentran en riesgo de exclusión social”.

  El ayuntamiento, en coordinación con la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, también le ha ofrecido como alternativa habitacional, de manera provisional, “un albergue”. Gloria muestra su agradecimiento por las atenciones que le viene dispensando el consistorio; sin embargo, descarta esta medida de emergencia. “Quiero una casa, no un hotel; el albergue sólo es para ir a dormir, yo lo que necesito es una vivienda, mi hogar”, sostiene decididamente. 

Gloria en el banco de la plaza del Ayuntamiento donde pasa las noches V.Ruiz

Recientemente, Gloria solicitó a la Entidad Valenciana de Vivienda y Suelo (EVha) ser beneficiaria de una vivienda de protección oficial. La respuesta obtenida desde el ente autonómico no es precisamente la más halagüeña, un no provisional que, de ningún modo, desalienta a la mujer a pesar de quién sabe cuánto tiempo tendrá que “esperar haciendo cola” para conseguirla. “De momento no me la conceden porque no tengo hijos a mi cargo y, además, dicen que todavía soy joven”, explica.

Desde luego no es anciana. Gloria, que es madre –aunque las circunstancias de la vida le hicieron perder la custodia de sus hijos–, tiene 47 años y sobre su piel empiezan a vislumbrarse las secuelas de pernoctar y dormir al raso, en la calle, después de más de cuatro meses, un día tras otro. “El otro día me atendieron en el ambulatorio.” Aun así, no desiste. Reclama su derecho a una vivienda. Dentro de nada se largará el verano. Al lado de su perrita ‘Linda’, Gloria no pierde la perspectiva. Espera. Y mientras tanto, como cantó el poeta Lorca, “el sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso”.

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