Cita con las urnas

Elecciones en Taiwán: entre la identidad y la economía

Se da por hecha la victoria del partido gobernante a pesar de que dos tercios de los ciudadanos ansían un cambio

Un votante del Kuomintang, el partido próximo a Pekín, en las oficinas electorales en Taipei.

Un votante del Kuomintang, el partido próximo a Pekín, en las oficinas electorales en Taipei. / Adrián Foncillas

Adrián Foncillas

Es probable que las elecciones de este sábado en Taiwán quedaran sentenciadas aquella noche de finales de noviembre en el salón más noble del Hotel Grand Hyatt. Comparecieron los tres opositores para echar del poder al Partido Democrático Progresista (PDP) tras ocho años. Pretendían una coalición pero no sabían cómo concretarla. El acto fue televisado en directo por deseo del Kuomintang (KMT), la principal formación, que lo imaginó como el trampolín al Gobierno. Sólo hubo bochorno: insultos y recriminaciones a gritos, revelaciones de mensajes privados... Todos comprendieron que no podían ir juntos ni a heredar. El plan había muerto hora y media después y ni siquiera el respetado expresidente Ma Ying-jeou pudo resucitarlo.

Su atomización aceita la victoria del partido gobernante a pesar de que dos tercios de los taiwaneses ansían un cambio. La última encuesta le da al PDP de Lai Ching-te, actual vicepresidente, el 32% de los votos. Le sigue el KMT de Hou Yu-ih con el 27% y el Partido del Pueblo Taiwanés (PPT) de Ko Wen-je, un recién llegado que rompe el tradicional bipartidismo, con el 21%. El multimillonario Terry Gou se retiró tras aquella noche aciaga.

Una simpatizante del independentista Partido Democrático Progresista (PDP) se fotografía en la sede del partido en la capital taiwanesa.

Una simpatizante del independentista Partido Democrático Progresista (PDP) se fotografía en la sede del partido en la capital taiwanesa. / Adrián Foncillas

El KMT, más cercano a Pekín, y el PDP, de raíz independentista, se han turnado la presidencia desde las primeras elecciones en 1996. El equilibrio entre economía e identidad decide los resultados. Los taiwaneses han echado del Gobierno a los independentistas cuando sólo se han preocupado en irritar a China mientras la excesiva sintonía del KMT con Pekín ha catalizado protestas por la sospecha de que tras los lazos económicos asomaba un caballo de Troya. Conmueven sus esfuerzos para depurar su mensaje en estas elecciones. "Democracia o dictadura", propone el PDP; "guerra o paz", responde el KMT. El PPT busca un hueco a codazos situándose entre la "confrontación" de unos y la "rendición" de otros, prometiendo diálogo con Pekín y a la vez el refuerzo de la defensa militar.

Limbo jurídico

Los dos transatlánticos han convergido en el mismo punto desde inicios opuestos. Ambos defienden ahora el statu quo o, en otras palabras, ese limbo jurídico en el que permanece Taiwán durante décadas: un país independiente de hecho pero no de derecho. Opina el PDP que la declaración formal de independencia, que Pekín ha amenazado con castigar, es superflua porque ya la ejerce. Pero la elección de uno u otro sí afectará a la temperatura del Estrecho de Formosa. La sintonía fluyó durante el mandato de Ma Ying-jeou, rubricada en una histórica cumbre presidencial. La victoria electoral de los independentistas en 2016 finiquitó el diálogo. Pekín ha recomendado a los taiwaneses que opten por la "decisión correcta" y no ha necesitado concretar cuál es.

Un grupo de mujeres trabajando en la sede electoral del Kuomintang, con un cartel de su candidato, Hou Yu-ih sobre la mesa.

Un grupo de mujeres trabajando en la sede electoral del Kuomintang, con un cartel de su candidato, Hou Yu-ih sobre la mesa. / Adrián Foncillas

"La expectativa es que gane el PDP pero pierda la mayoría parlamentaria. China tendrá dos palancas para influir: el poder local y la posibilidad de bloqueo en el legislativo. No es la situación ideal para Pekín pero sí es algo más favorable que la anterior. Seguirá la falta de diálogo pero no pronostico acciones más beligerantes porque China tiene prioridades internas", señala Xulio Ríos, sinólogo de referencia.

Entre los votantes del KMT abundan los mayores, pragmáticos y conservadores, con lazos afectivos con China, mientras el PDP triunfa entre los jóvenes, crecidos en la independencia y liberales. Es un esquema algo simplón, que ignora muchos matices y variables, pero que las visitas a las sedes de sus candidatos apuntala. Tras la del KMT, en el distrito de Banqiao, despuntan esforzadamente unas viviendas bajas del viejo Taipei. Una docena de jubilados espera visitas en un recinto impersonal con carteles y una televisión atronante de fondo. Wu Ying Qi trabajó en la mayor eléctrica del país y confía en la victoria a pesar de las encuestas. "La economía se va a pique porque el Gobierno insiste en las energías verdes y descarta la energía nuclear. La economía es lo más importante, todos queremos ganar más dinero. Si vencemos, nos sentaremos a negociar con Pekín y no habrá acuerdo imposible. Aumentaremos los intercambios de estudiantes, venderemos más productos agrícolas...".

"Lazos con todo el mundo"

La muchachada se junta al atardecer en las galerías de arte y cafeterías pijas del distrito de Zhongzheng. La sede del DPP es una explosión algo indigesta de luces y colores. El béisbol y los perros, pasiones del candidato, dominan un espacio de estética pop en el que jóvenes con trajes estilizados organizan ruedas de prensa. Un voluntario ofrece una goma de borrar "contra las mentiras chinas". "Nosotros queremos lazos con todo el mundo, no solo con China", aclara.

Una chaqueta de béisbol en la sede electoral del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taipei, una de las pasiones del candidato, Lai Ching-te.

Una chaqueta de béisbol en la sede electoral del Partido Democrático Progresista (PDP) en Taipei, una de las pasiones del candidato, Lai Ching-te. / Adrián Foncillas

El partido no puede alardear de excesivos logros. Su gestión económica ha sido mediocre. Las carísimas viviendas son quiméricas con sueldos congelados y un salario mínimo del equivalente de 865 euros. Tampoco ha estimulado la natalidad, fracasó su campaña para extender el dominio del inglés, no ha prosperado su diversificación económica en 16 países asiáticos y ha amontonado escándalos. Ninguno fue más devastador para el partido que se presenta como progresista que la explosión del 'metoo' en sus filas cuando una activista reveló que su supervisor había desoído sus denuncias de repetidos acosos sexuales. "Sí, nos castigó, pero también aprendimos mucho. El acoso ocurre en todas partes, la diferencia es que nosotros tenemos la voluntad y políticas para luchar contra ello", asegura Betty Chen.

El desencanto de los jóvenes hacia el PDP y su hastío por el bipartidismo les empuja al PPT de Ko. "La nueva política", reivindica. Ko es un melón sin abrir que ha hablado mucho concretando muy poco y cuyos patinazos son reivindicados como la evidencia de su frescura. No ganará pero su presencia esponja una política nacional cercana a la esclerosis.

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