Hace mucños años, en los setenta, la estación de Aragónde trenes se cerró. su playa de vías ocupaba lo que hoy es la avenida de Aragón, y a la altura de Blasco Ibáñez se desviaba un ramal que corría por la calle Clariano, en el barrio de San José, donde se situaban las viviendas de los trabajadores de aquella infraestructura. Los empleados de Renfe se fueron hacia otros destinos y las viviendas quedaron vacías. Poco tiempo después, esas casas fueron ocupadas (entonces no se utilizaba la reivindicativa K) por varias familias de gitanos portugueses. Y allí vivieorn hasa que, varios años después, el crecimiento del barrio llegó a ellos. Se los desalojó, entraron las máquinas, se derribaron las casas y se construyeron los edificios que ahora allí se pueden contemplar. Hoy, eses mecanismo natural, que consiste en ocupar viviendas abandonadas, y que existe en todo el reino animal, se ha convertido en un grave problema. ¿Es que la ley ya no protege la propiedad privada?: ni más ni menos que antes. Cada año que pasa hay más pobres y también más ricos. La vivienda es cada vez más cara, por lo que cada vez hay más gente que no puede acceder a ella. Al mismo tiempo, los ricos tienen cada vez más viviendas que permanecen vacías la mayor parte del tiempo, e incluso las hay que llevan años abandonadas a la espera de una buena oferta (la de Boris Becker, por ejemplo). Y a todo esto se suma la vergonzabte ostentación de riqueza que se exhibe por parte de los miles de nuevos ricos que surgen por todos los lados. Y digo yo: ¿Es que alguien ha llegado a creer que todo esto iba a salir gratis?