Si hay algo que dejó especialmente asombrados a los patronos de la Fundación el pasado martes, eso fue la espontaneidad de Robert Sarver. Expuso sus datos con una transparencia inusual, pero necesaria, en este tipo de operaciones. A la cara, sin intermediarios, mirando a los ojos de los patronos que escuchaban atentos sus explicaciones. «Es cierto que va con el perfil del empresario americano, que suele ser enérgico, bien entrenado para provocar sentimientos de complicidad en el otro lado, pero se mostró muy claro desde el principio, con un discurso limpio, nada enmarañado», asegura uno de los patronos. Sarver salvó un momento tenso cuando desapareció de la sala para realizar una llamada urgente. Regresó con el asunto solucionado. Nada menos que estaban en juego las garantías para la liquidación de la deuda.

«Estuvo cinco días en la ciudad, antes de la reunión, y se movió con absoluta normalidad, como un ciudadano más», añade el patrono. Terminado el encuentro en el hotel, atendió durante casi 10 minutos a los medios de comunicación, respondiendo a sus preguntas y bromeando en una muestra de su familiaridad.

j. m. b. valencia