En sintonía con la estulticia de los tiempos, nadie ya se toma en serio la Copa. Sin embargo, si el levantinismo tiene alguna posibilidad de peregrinar hacia otra ciudad con la ilusión de una gesta „más allá de los ascensos„ es en esta competición. Durante el siglo XXI muchos equipos que no son ni el Madrid ni el Barça han llegado a la final (Athletic, Getafe, Osasuna, Recre, Celta) o la han ganado (Mallorca, Deportivo, Espanyol, Zaragoza, Betis, Sevilla, Atlético, Valencia). La adhesión a un club se forja en viajes hacia el éxito, al margen del resultado. Ese todo o nada de 90 minutos es inigualable. Más aun con algo en disputa. Esencia pura del fútbol. El Llevant debiera saberlo: la Copa es un instrumento de crecimiento.

Es cierto que están los que argumentan que la Copa distrae del objetivo de la permanencia o que puede provocar lesiones. Como si decidiéramos dejar de levantarnos por las mañana ante el riesgo de morir. Deberían leer a Kerouac y entenderlo. El viaje hacia el éxito tiene todo su sentido en sí mismo. La ilusión del movimiento, del cambio, del reto, del crecimiento. Nuevas realidades y expectativas, en definitiva. En 1926 el Llevant FC se estrenó en la Copa en les Corts. 800 cabanyaleros se desplazaron por mar para apoyar a los suyos y Andreu Tintorer inmortalizó la epopeya con su relato Fichaje. El resultado y el relato están en el tomo 2 de la Historia del Llevant UD. Lo trascendente, en realidad, es el viaje hacia el éxito de aquellos pioneros. Tras ello el Llevant fue campeón autonómico, semifinalista de la Copa del 35 y campeón de la del 37. Entró en otra dimensión.

¡Ah, la Copa del 37! Ese trofeo que el club muestra de soslayo. Acaba de ver la luz el libro de Rafael Escobar dedicado a un hombre que estuvo en Sarrià, en la final frente al Valencia. Un ariete de los que marcan época, Vicent Martínez Català («€I la glòria entreobrí les seues pàgines» Denes). Cayetano Ros, flamante nuevo jefe de deportes de este periódico, reconstruyó aquella final de Copa del 37 en una crónica que transmite el clímax levantino tras su único título estatal hasta la fecha. Ros explicaba que «en un precedente del gol, otro centro del habilidoso Puig II lo remató Martínez Catalá por dos veces» sin éxito y que «antes del tanto definitivo, el árbitro cortó de raíz un momento de máxima tensión. Se encararon Juan Ramón y Martínez Catalá en una pelea de gallitos. El árbitro los expulsó a ambos». Historias como la Copa del 37 conmueven hoy porque un día alguien creyó que merecía la pena iniciar ese trayecto. Hoy se enfrentan precisamente los dos grandes equipos de la vida de Martínez Catalá: Llevant y Espanyol que, por cierto, fue el primer campeón de Copa del siglo XXI.