Camino triunfante el que marca Orriols este curso para el Levante. La emoción que inició el triunfo hace una semana ante el Villarreal continuó frente al Valladolid con un tramo final de infarto marcado por los goles de Sergio León y Morales que dejan a los levantinistas con 6 puntos a solo uno del liderato provisional de Sevilla y Athletic y mantienen en estado de euforia a una afición que ve grandes alegrías en el horizonte con el siempre claro sello de Paco López.

Esta vez el técnico de Silla apostó de inicio por el esquema que, aunque con menos profundidad en los últimos metros, mejor resultado le había dado en los dos primeros compromisos ligueros: el 4-4-2. Con él sacrificaba a Bardhi, un fijo que esta vez veía el inicio desde el banquillo para dejar el peligro por los carriles a Morales y Rochina, mientras Mayoral y el reafirmado Róger marcaban la punta de lanza.

Las piezas granotes, competitivas por naturaleza, tenían ante sí un Valladolid que no variaba su estilo. Liderados por un Sergi Guardiola en plena forma que podía inquietar en cualquier despiste el área defendida por Aitor, la ayuda de Pedro Porro por la banda derecha del ataque pucelano -donde Carlos Clerc se estrenaba en sustitución de Toño- resultaba vital para el juego. El primer aviso, tímido en los compases inaugurales, solo confirmaba las sospechas.

Mientras, los levantinistas intentaban imponer su juego de conexiones por dentro, topándose con el entramado defensivo tejido al milímetro por un Sergio González que, durante gran parte de la primera mitad, lastró la necesaria función de Morales y Rochina por los costados. Solo la chispa que saltó cuando el «Comandante» encaró al inexperto Salisu obró el milagro de un nuevo penalti que, a instancias del VAR, fue anulado por un fuera de juego previo en la jugada. El partido comenzaba a romperse.

Entre golpe y golpe los ataques, con más ilusión que acierto, se sucedían. Guardiola, primero con un nuevo centro envenenado de Porro y, más tarde, con un desmarque de tira líneas que por escasos centímetros era en fuera de juego, avisaba de las intenciones castellanoleonesas. En el bando azulgrana, la magia de Rochina, cuando comenzaba el asedio granota, aparecía en forma de regates para dejar en la frontal un inmejorable balón a Morales. Su pase entre defensas a Mayoral, sin embargo, no sería aprovechado por el de Parla y el partido y sus alternativas se marchaban al descanso.

El necesario parón era el tiempo de carga para unas pilas que salían plenamente enchufadas para encarar los segundos 45 minutos. A falta de goles, el guión del partido se convertía en un frenético correcalles de ritmo sin control que hacía desaparecer la influencia del siempre diligente Campaña, diluido entre la búsqueda por la vía directa de un peligro que, pese a las prisas, tampoco era sinónimo de cambios en el marcador.

En este ida y vuelta Ünal, tras una buena jugada trenzada, ponía a prueba los reflejos de Aitor. No obstante, el guipuzcoano demostraba, como ya sucedía ante el Villarreal, que tiene la confianza al máximo y con una extraordinaria mano abajo salvaba al Levante de tener que remontar de nuevo. El encuentro podía caer con cualquier mínimo movimiento a un lado u otro de la balanza, pero sería el banquillo de los azulgrana el que acabaría marcando la diferencia.

Sergio León y Bardhi entraban al terreno de juego en sustitución de un tocado Róger y Mayoral y la conexión entre ambos jugadores que, por primera vez, no habían entrado en el once inicial, fue inmediata. Con un centro medido desde la izquierda del macedonio, el de Palma del Rio lograba, con el exterior de su pierna derecha, su primer gol con la camiseta azulgrana. Morales, ya en el descuento, cerraría el marcador con el 2-0 definitivo, ese que llenaba de júbilo de nuevo el Ciutat de València.