«¿Pero hay que pagar?», preguntó ayer un joven turistas francés cuando el empleado del parque natural del Montgó que controla que nadie se cuele sin reserva le preguntó a él y a sus acompañantes (ocho excursionistas) si habían reservado la visita a la Cova Tallada. No lo habían hecho. Pero en un periquete accedieron a la web y cumplieron el trámite. El vigilante del Montgó les explicó todos los pasos. Los visitantes están en general encantados con esa medida obligatoria de la reserva previa. La apoyan sin reservas. Tienen dos horas para llegar a la gruta y disfrutar de un litoral que, por fin, se ha sacudido la masificación. El vigilante les explica el valor natural de la Cova Tallada y que deben llevar calzado adecuado y agua. Y, no, no hay que pagar. La visita es gratuita. Y ahora se hace sin apreturas.
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