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Costa

Ya no quedan playas secretas

El auge del turismo náutico y las redes sociales desvelan los recovecos de la costa de acantilados de la Marina - Las barcas tiran el ancla sobre la posidonia en la hasta hace poco ignota cala de En Caló de Xàbia

Ya no quedan playas secretas a. p. f.

Cargados con neveras y despistados. Afirman que han visto en internet que hay una senda que baja a la cala de En Caló de Xàbia. Se han metido entre los chalés por un amago de senda. Cada paso es un suplicio. Están en el inhóspito acantilado. No tienen más salida que volver atrás. No hay ninguna senda que lleve a En Caló. A esta cala, hasta hace unos años muy poco conocida, solo se puede llegar por el mar.

Esta escena ocurre prácticamente todos los fines de semana. Los afilados acantilados han custodiado el misterio de la costa más escarpada de la Marina Alta, que es la del cabo de Sant Antoni de Dénia y Xàbia y la del tramo entre el Cap Prim de Xàbia y el Cap d'Or de Moraira. Pero el auge del turismo náutico y las redes sociales han echado a perder el secreto. Ya no quedan calas ignotas.

En estos primeros fines de semana del verano, con esa fiebre que por las calas de esta comarca se ha desatado en toda la Comunitat, se ha visto claro que los turistas buscan playas solitarias que ya no existen. A todos les da a la vez por escapar del litoral masificado y se lanzan a la aventura. Se pegan la caminata y, al final, «descubren» calas que están tan atestadas (más incluso) como esas de arena de las que huyen.

Este fin de semana muchos turistas llegados de València ya esquivaban las calas del Portitxol (la Barraca) y la Granadella y buscaban las sendas que bajan a la Sardinera o la cala del Francés. Hay un buen trecho de senda. Los bañistas bajan bien cargados. Las neveras pesan lo suyo. Las suelen llevar entre dos.

La crisis del coronavirus ha apuntalado una forma de hacer turismo que ya estaba cobrando fuerza en los últimos veranos. Los turistas vienen a pasar el día en las calas. Madrugan. Cogen el coche. Llegan a ese litoral soñado. A media tarde, recogen los bártulos. Regresan al coche. Y de vuelta a casa.

Eso sí, lo de encontrar una cala solitaria es una quimera. Las calas secretas son un secreto a voces (las de las redes sociales).

El lugar más anhelado en este arranque de verano es En Caló. Hasta hace poco no aparecía ni en los mapas. Ahora esta cala está en boca de todos los turistas. Este domingo numerosos embarcaciones permanecían fondeadas en la estrecha entrada entre acantilados a este recoveco del litoral. Echan el ancha en las praderas de posidonia oceánica. Las motos acuáticas entran en la cala (al final, el ayuntamiento tendrá que balizarla, como hizo con las cuevas marinas del Llop Marí y els Òrguens). Los bañistas también llegan en oleadas con kayaks y tablas de paddle surf. También lo hacen a nado. Pero que quede claro: por tierra es imposible bajar a esta estrecha playa que se esconde tras un farallón.

Lo paradójico es que, mientras las calas están repletas, en el litoral más accesible y seguro, el de las playas del Arenal, el Muntanyar o la Grava, hay sitio de sobra.

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