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La basura de la pandemia llega a las playas: mascarillas tiradas en el vial de la Barraca de Xàbia

Los residuos sanitarios salpican la cuneta, donde los incívicos arrojan también latas y plásticos - Las calas respiran tras la avalancha de bañistas del fin de semana

La basura de la pandemia llega a las playas: mascarillas tiradas en el vial de la Barraca de Xàbia a. p. f.

Los incívicos están de campo y playa. Los bañistas llegaron en tropel el pasado fin de semana a las calas de Xàbia (el domingo, a las 10.30 horas ya no se dejaba entrar a nadie, ya que el aforo estaba completo). Dejaron un sucio rastro. Ayer, con las cunetas despejadas de coches, asomaban las latas y plásticos. Nada nuevo bajo el sol. Pero sí hay un residuo de la nueva era, las mascarillas. En la calle de la Barraca, la que baja hasta la cala de este nombre (o del Portitxol), se veía a cada trecho una mascarilla usada.

Entretenerse a recogerlas no está de más. Se mejora la imagen de un vial por el que pasan cientos de turistas. Además, se pueden contar. Este diario contó unas quince. Ensartadas en un palo (que no hay que tocarlas) acabaron en una de las papeleras de la cala. Los turistas que llegaban se asombraban de que, en nada, se pudiera «pescar» tanta mascarilla en una calle del litoral de Xàbia que lleva a una de las calas más bellas de la Comunitat y que, además, está jalonada de espectaculares chalés de lujo. Los turistas también ponían cara de asco al descubrir que la basura de la pandemia llega ya a las playas.

Los bañistas incívicos (una minoría, es cierto) tiran en las cunetas en las que han aparcado sus coches latas, plásticos, pañuelos de papel y toallitas húmedas (hay muchas desperdigadas) y también mascarillas y algún que otro guante desechable.

Las calas de Xàbia respiraron ayer tras la avalancha de bañistas del fin de semana. Ya venía ocurriendo en los últimos veranos que la primera quincena de julio fuera de mucho turismo de sábado y domingo. Entre semana, las playas están más tranquilas. Los bañistas cumplían ayer en la Barraca a rajatabla las distancias de seguridad. No había colapso de coches.

Los turistas que llegan los fines de semana son de natural curiosos. Buscan las maravillosas calas que han visto en las fotos de las redes sociales. Falta que lo de curiosos también se cumpla en esa otra acepción de aseados.

Las playas y el mar son el mejor lugar para olvidarse de la angustia de la pandemia. Hay que cumplir las normas de aforo, protegerse si es necesario con la mascarilla y cumplir la distancia social. Y luego es imprescindible dejar estos paraísos limpios como los chorros del oro.

Las mascarillas y los guantes dan aversión y no son biodegradables. Ensucian, contaminan y demuestran que hay quien todavía no ha aprendido una de las lecciones de la pandemia: toca cuidar las calles y la naturaleza tan anheladas durante el confinamiento y ahora recuperadas.

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