Era urgente sellar las grietas, pero ahora, con las obras de restauración paralizadas desde hace meses, la torre vigía del siglo XVI del Cap d’Or de Moraira parece que ha recibido un cañonazo. Presenta un gran boquete en su base.
Los trabajos se iniciaron en marzo de 2020. Un helicóptero subió los materiales. Además de rehabilitar la torre, que debía recuperar su esplendor renacentista, se tenía que restaurar el aljibe y excavar el poblado íbero. El paraje del Cap d’Or atesora un gran interés arqueológico. También aquí está la Cova de la Cendra, uno de los yacimientos del Paleolítico y el Neolítico más importantes del Mediterráneo Occidental.
Pero las obras de la torre, el aljibe y el estudio del poblado íbero, que subían a 363.238 euros, se dejaron a medio hacer. Ahora la zona sufre un importante deterioro. Las lluvias han movido los plásticos con los que se taparon las estructuras excavadas. La valla que impedía llegar a la torre, donde se acumulan todavía materiales, está rota. Hay tiradas piezas de granito que se debían utilizar para terminar de reconstruir las ménsulas y la guirnalda volada, que es el elemento arquitectónico que corona la torre.
Este notable proyecto de rehabilitación histórica, que debía convertir la torre fortificada en un hito turístico, es de momento un fiasco.
Mientras, la mejora de la senda del Cap d’Or y de la Cova de la Cendra, que tenía un presupuesto de 161.401 euros, ha jalonado el itinerario de unos peculiares bancos. Son monolitos de hormigón que no se integran demasiado bien en este paraje natural. La barandilla de metal del tramo que baja a la cueva prehistórica también es curiosa. No es recta, sino que está a propósito dislocada. Ya presenta deterioro. También se crearon tarimas de madera. Se integran mejor. Los senderistas las usan como tatami para hacer yoga asomados a este espectacular paisaje.