Mucho se habla de la España vaciada cuando entramos en periodo electoral, buscando los votos en las zonas rurales, para luego olvidarse de ellas sin pudor, pero muy poco o nada se habla de la España abandonada; esa España que un buen día y por las razones que fueren, dejó de existir para nuestros gobernantes y emprendedores. Y no me cabe duda que la España abandonada precede a la España vaciada; la una lleva a la otra. Esa España interior que desde los años 50 del siglo XX solo ha servido para alimentar de mano de obra y recursos naturales a la otra.

 

Hemos tenido ocasión de pasar unos días, en plena pandemia, en el municipio conquense de Enguídanos, para ver qué queda de un territorio que en otros momentos de nuestra historia fue próspero. Un pueblo que en 2016 fue uno de los diez finalistas para el pueblo más bonito de Castilla-La Mancha. Lo mejor que permanece son sus gentes, ya mayores, amables y hospitalarios, buenos conversadores; cuando esperábamos cierto recelo con los forasteros, por esto del COVID-19, nos hemos  encontrado con unas personas muy cálidas y afectuosas.

 

Si bien en la década de los 50 se iniciaron los primeros movimientos migratorios, es a partir de 1960 cuando la población de Enguídanos empieza a perder efectivos de forma continuada y acelerada, pasando de su máximo histórico (los 2.264 habitantes que alcanzó en 1940) a los 317 habitantes de 2019. 

En la decadencia económica de Enguídanos y el consiguiente descenso poblacional contribuyó en gran medida la construcción del pantano de Contreras, con sus dos presas –Contreras y Collado- en la confluencia de los ríos Cabriel y Guadazaón, con una superficie de 2.710 hectáreas. Las obras se desarrollaron a lo largo de los años 60 y concluyeron en 1974.

El embalse de Contreras se encuentra situado entre los municipios de Villargordo del Cabriel en la provincia de Valencia y La PesqueraMiraEnguídanos y Minglanilla en la provincia de Cuenca. El pantano ocupó las mejores tierras de la Vega del Cabriel, calificadas por entonces como “un milagro de fertilidad”, dedicadas principalmente a los frutales (melocotones, manzanos y perales); tierras de cultivo que proporcionaban buenos ingresos a muchos modestos agricultores. El pantano ocupó unas 1.000 hectáreas de tierras de Enguídanos de la mejor calidad: 200 de regadío, 700 de secano y 100 de montes; además ocasionó que otras hectáreas de viñedos quedaran aisladas, pendientes de solución y que afectaban a 414 familias. Como nos confesaba un vecino del lugar: “ni un pozal de agua nos dejaban sacar del río”. Toda el agua para Valencia. Además de la producción de energía, el agua iba destinada al abastecimiento de agua al Canal Júcar-Turia, que suministra agua potable a la ciudad de València.

 Se estima que los vecinos afectados por las expropiaciones alcanzó la cifra de 600, al estar la propiedad de la tierra muy repartida. Hasta tal punto era grave la situación que se llegó a plantear en una asamblea celebrada el 4 de Julio de 1969, por deseo de gran número de asistentes, si sería mejor trasladar la población campesina a zonas de colonización en Badajoz o Jaén, ya que se esperaba, en caso contrario, la emigración de un 60% en un lapso de cinco años (www.foro-ciudad.com).

Si, como se afirma en algún estudio (consultado en wikipedia.org), el embalse normalmente no supera el 20% de su capacidad, debido a la permeabilidad de la roca sobre la que está cimentada la segunda presa, situada a unos 500m. al oeste de la principal, que cierra el embalse, podríamos aventurar que nunca debió construirse en su emplazamiento actual (ver en Levante de 26/11/2017 la noticia titulada “Contreras pierde miles de litros en plena sequía por simas ocultas hasta ahora”)..

Así, se pasó de una agricultura próspera, que daba de comer a mucha gente, al abandono por expropiación de las mejores tierras de cultivo y la emigración a las ciudades (Madrid y València, principalmente). Y de esa decadencia a los signos palpables de abandono actuales.

Hablar de Enguídanos es hablar de su lugar más visitado: “Las Chorreras” del río Cabriel; antaño frecuentado por los habitantes del pueblo y alrededores, donde podían disfrutar en verano de un refrescante baño. Ahora, según sus lugareños y con razón, este idílico lugar es visitado por tantas personas, que les da la sensación de que ellos ya no encajan allí; miles de visitantes llegan con sus neveras a pasar el día. ¿Y esto genera algún beneficio económico para el pueblo?, la respuesta es No. No, porque solo deja suciedad, suciedad en todos los sentidos. Por eso está muy bien que se restrinja el acceso y se cobre por visitar Las Chorreras, y no solo por el aparcamiento, a todos aquellos que acceden en coche (la gran mayoría).  De lo contrario, el turismo masivo de un día genera más perjuicios que beneficios.

Hablamos de abandono, porque lo es tener una red muy buena de señalización de caminos y senderos, que transcurren a lo ancho y largo del término municipal, permitiéndote recorrerlo fácilmente a pie y visitar sus numerosos atractivos naturales, muy deteriorada por falta de mantenimiento.

Abandono es no disponer en transporte público más que de un servicio de autobús semanal desde València, que te deja en Campillo de Altobuey, y desde allí ya te las apañarás para recorrer los 20 km. que lo separan de Enguídanos. Y en cuanto al tren, en 2013 aun tenía parada en la estación de Enguídanos (a 14,3 km. del pueblo) el tren regional de Madrid a Cuenca, pero desde entonces la estación operativa más próxima se encuentra en Villora, a 28 km. de Enguídanos. Muy cerca de la anulada estación se encuentra el impresionante puente bajo la vía férrea de La Cortina, de 18 ojos, popularmente llamado de Los Imposibles.

En cuanto a la abandonada estación de Enguídanos, confiemos que el proyecto aprobado en mayo de 2019 por la Diputación Provincial de Cuenca, con el objetivo de acondicionarla para convertirlo en un centro de turismo deportivo y en museo de arquitectura ferroviaria, no se quede en el olvido y pronto pueda ser una realidad.

Abandono lastimoso del entorno del manantial de Villaescusa, en la denominada Hoz del Agua (PR-CU 50) que te impide materialmente acceder a él, dada la abundancia de matorrales y zarzas que lo han invadido. Pasear por los caminos que te adentran en las majestuosas hoces te hace sentir que la naturaleza sigue su curso. Ver en lo alto un águila serpenteando el cielo o una colonia de buitres planear en grupo, te ofrece una visión de lo importante que es conservar los parajes naturales y sus pueblos.

Signos de abandono son encontrarse las cunetas de muchos de los caminos y senderos con residuos urbanos, lanzados allí por quienes, sin escrúpulos, siguen utilizando la Naturaleza como vertedero (cajetillas de tabaco, botes de cerveza, pañuelos de papel, etc).

Abandono de la antigua residencia de trabajadores de Hidroeléctrica Española, a la altura de Las Chorreras, convertida hoy en un vestigio más de un pasado floreciente en lo económico pero lastimoso en la actualidad.

Abandono es que el antiguo molino de aceite, con toda su dotación de maquinaria, lleve cerrado más de 40 años sin que nadie se plantee crear un Museo del Aceite.

Sin olvidar el abandono de almacenes y de construcciones iniciadas durante la burbuja inmobiliaria y dejadas en su esqueleto tras el posterior estallido que provocó la crisis (2008).

Abandono a su suerte también es que todo aquel visitante con un contrato de telefonía móvil diferente a Movistar, esté sin cobertura telefónica durante su estancia (nosotros estuvimos una semana) o que para obtener dinero en efectivo con el que hacer alguna compra en el pueblo, pagar un café o el apartamento, estés obligado a pagar una comisión a la única entidad bancaria existente, si el banco con el que operas no está dentro de la red 6000. El Banco de España está tardando en obligar a las entidades bancarias a asumir las comisiones por el uso de cajeros ajenos.

No obstante, y pese a todo ese abandono, aun se puede disfrutar de las gentes de Enguídanos, de su hermoso y agreste paisaje, del canto de algún gallo y del volar de las numerosas golondrinas que anualmente lo visitan.

Confío que después de este artículo la Corporación Municipal de Enguídanos reunida en sesión plenaria no nos declare “personas no gratas”, porque durante unos días hemos amado ese pueblo y disfrutado de su maravilloso entorno natural, y nuestro deseo es volver pronto.

Y no nos equivoquemos, el abandono no se limita a la España del interior, también llega a la periferia, a la costa. Y para muestra un botón: nuestro pueblo. Puerto de Sagunto. Pero de eso hablaremos otro día.