Emili Plera

Nos instalamos en Parcent como hizo Gabriel Miró cuya casa —que fue posada— aguarda restauración. El casino que tenemos enfrente es una delicia: con escenario para todo tipo de can-can. Sale un grupo de jubilados que se conjuran para ir a recoger brevas. Parcent, que es muy hermoso, tiene dos bodegas y Xaló, cuatro, eso sin contar a los particulares y extranjeros ganados por la agricultura que, como el alemán que presenta su vino en el rastro de Xaló, han descubierto en la frecuentación de los pulsos vegetales, tal vez la única verdad. En el rastro hay cerámica, ropa, mascotas (un gato negro se esconde bajo un tapete bordado) y hasta puñales del Tercer Reich. Hay culto en la encantadora ermita de Sant Doménec, siglo XVII, con un cielo de volutas blancas adherido a su cúpula. Cantan gozos mientras comemos cerezas.

Xaló es vino y eso se nota en las bodegas, a reventar de guiris que atesoran garrafas y hasta beben mistela a chorrillo con pulso regular. Hay bastantes restaurantes hindúes: melancolía british por la pérdida de la Madre India. Veo, también, destilados populares de Cullera y Bellreguard, con los que me inicié, hace mucho, en los estados de conciencia alterada.

Bajando de Gata un poco antes de llegar a Llíber, el terreno desciende y se abre al viajero el corazón verde del valle del Xaló, el río de aguas escasas y limpias que vertebra el país, un país algo legendario y de límites imprecisos: a la original Vall de Pop se le han añadido, por conveniencias administrativas, muchos moños y territorios, a oriente y occidente y lo mismo llega a Castell de Castells que a Benissa. Mucho tajo para una jornada.

Por la noche, paseamos bajo las estrellas entre aromas de jazmín y lavanda. De los nidos de golondrinas desciende, perceptible, un delicado cuchicheo: las confidencias de la familia en su retiro.

Al decretarse la expulsión de los moriscos, se produjo la rebelión de miles de musulmanes de la Vall de Pop cuya represión se convirtió en plantilla de otras limpiezas étnicas: el pámpano emergió vencedor de la oblación y no quedaron ni brazos para cavar las viñas. La carnicería, obtuvo su recompensa. Estos pueblos son pequeños pero la iglesia de Xaló —piedra y ladrillo macizo— y su torre preclara salieron de la testamentaría de una señorona Català de Valeriola y, además, Híjar y Luján. El señor de Parcent fue añadiendo perejiles a su apellido hasta escalar el ducado y un Roís de Liori, señor de Alcalalí, fue alcalde de Valencia.

En Parcent hay Corpus y en Alcalalí, fiesta del Santo Cristo con clavarios, banda de cornetas en uniforme de la Royal Navy y unos romanos postizos de Pego de la Ultima Legio Hispaniae. Son muy bonitos los calvarios de Alcalalí y Llíber, con sus rotundos cipreses, y hemos podido bañarnos en Xàbia y en la Cala Llobella de Benissa, pero ese es otro cantar.