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Juntos y revueltos

Tenía que ser el día de su treinta cumpleaños la fecha en la que viéramos juntas la peli adolescente del momento. El film lo elijo yo, y Aída acepta encantada. Ella no ha leído a Federicco Moccia ni sabe de qué va su novela, aunque pronto lo adivina. Guión previsible y argumento facilón, pero ays... ¡Cómo nos encanta! Madurito cañón que se pilla de lolita sexy y mona. Que te quiero, que ahora no, que esto es imposible nena, que tengo 20 añazos más que tú... Amor, que me perdones si te llamo así pero que... pim pam toma lacasitos. Y lo que sigue.

Porque en nuestra adolescencia el varonil protagonista habría besado a la chica con ternura, le abría rozado la cintura y... Lo que viene después pues ya se lo viene imaginando usted, porque la peli acababa con el morreo de cine que habíamos esperado durante todo el film, estilo Mi padre qué ligue y esas moñadas de los noventa. Pero ahora... lo menos explícito de las pelis del momento es precisamente ese beso con lengua que da paso a todo lo que viene detrás.

Y el diálogo, Oh My God con el diálogo, «Niki se está tirando a un madurito. ¿Folla bien? Me da igual que esté casado, nadie es perfecto. Perdí mi virginidad a los 13, ¿no os lo he contado nunca?». Mensaje claro y directo a la muchachada de hoy, sí señor. Trago difícil y careto de pasmo el de esos padres que acompañan a sus niñ@s al cine fingiendo normalidad ante escenas sexuales de las que probablemente no hayan hablado nunca con sus retoños. Si es usted uno de estos casos, hable con su adolescente. No deje que el cine explique a su manera lo que solo a unos padres les corresponde aclarar. Por cierto, 6 embarazos ha habido durante el rodaje de Perdona si te llamo amor. Ahí queda eso, y tal.

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