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Incierto plasma

Todo lo que nos pasa es por nuestra falta de respeto por la física del estado sólido. Cuando tenía dieciocho años y trabajaba de albañil me pagaban la semanada en monedas y billetes metidos en un sobre de color incierto: crema o sepia, del color que jamás han tenido las sepias de verdad. En cualquier caso yo tenía pasta, mi madre me miraba con orgullo, estaba fuerte y moreno y exhibía un gran apetito, aunque la Providencia, en su infinita y discutible sabiduría, había decidido que no follara. Ni siquiera un poco. Desde entonces hemos perdido pie y las transferencias bancarias pueden desaparecer como la electricidad, que no es tan rápida como la luz, pero corre mucho. Eso si no te has metido, tú solo, en los productos financieros, que no pueden ser productos porque no son tangibles, el lenguaje también debe ser sólido, los bancos son como el plasma: se mueven más cuanto más se calientan.

Por todo ello, nuestro presidente don Mariano Rajoy „que se pasó de algo sólido como el Registro de la Propiedad a la pantalla de plasma„ de vez en cuando se desvanece y se vuelve plasta tras el estado inestable del plasma. Es entonces cuando anuncia rebajas fiscales para ricos o nuevos impuestos sobre las indemnizaciones de los despidos, de modo que todo se queda en un reparto de los despojos de las víctimas del holocausto (financiero) entre Estado y patronal. Cuando se olvida la solidez, la realidad se vuelve pastosa, panfletaria, sin ayuda de la falta de estilo.

Me parece incomprensible que los bancos se quejen de falta de liquidez, que es lo único que tienen a espuertas puesto que toman la forma del recipiente que nuestra propia codicia imagina para ellos o se desparraman siguiendo la pendiente (del vicio) hacia mares exóticos o islas remotas. Por eso don Emilio Botín vendía un timo parecido al de las preferentes (lo ha dicho la Audiencia Nacional) y recibió a don Juan Carlos en pantalón corto y camiseta; si no lo remediamos, recibirá a Felipe VI con bermudas y plumero carioca: por falta de solidez. Esto ya es Waterworld y aunque no seas Kevin Kostner, habrás de tener agallas.

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