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Ruido de pasos

Lo peor del ruido político es que no deja escuchar el paso, como un susurro, de la vida, que reserva para lo más valioso el sigilo propio de las bestias elegantes. O el sonido de la lluvia, por fin de alguna cuantía, en la mañanita de San Juan. O el ruido de los propios pasos, que es el motivo que alega el escritor Manuel Baixauli, entrevistado en La Contra de La Vanguardia, para seguir viviendo en Sueca. Baixauli volvió de una muerte, por fortuna interina, en forma de parálisis que le afectó desde la punta de los pies a los músculos de la cara (y al mismo fuelle de la respiración). Pero le dejó la rendija de los párpados como generador binario de signos: los párpados, sí los movía.

En un día de junio de hace muchos años, murió del todo mi padre, que se llamaba Juan: aquel año no pudo comer brevas en el día de su santo. Pero mi sobrina Graciela, de la familia gallega, un riguroso matriarcado donde los hombres entramos y salimos como actores invitados (algo así como Leonard Cohen haciendo de narco en un capítulo de Corrupción en Miami), Graciela, digo, ha alumbrado una criatura, en el mismo día que nació ella, que se llamará Xan, como el santo y como su abuelo materno. Ya ven: la sanjuanada es una bisagra que crea sentido o nos gusta verlo así y por eso la gente hace las mismas banalidades -saltar nueve olas, poner la verbena a remojo, que sé yo- que hicimos nosotros en la playa de l´Almardà, Sagunt, como si eso que es el tiempo se pudiera someter a estaciones y exorcismos.

La enfermedad de Baixauli fue remitiendo del mismo modo espontáneo y gradual (de hecho, más gradual) con que se había presentado. Recuperar así, tejido a tejido y miembro a miembro, el gobierno del cuerpo debe ser como volver a nacer, como sentir una vez más la tibieza uterina, la densidad oleosa de unas olas en la playa de Las Palmeras, una noche de San Juan, hace años, cuando a los fuegos de la piel sumé la calidez nocturna y ensimismada del agua, que en l´Almardà tenía, al empezar la vigilia de San Juan, una claridad de acero gris azulado. Como los ojos de mi padre.

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