El otro día „no es cosa que suela hacer, frecuento géneros muchos más divertidos„ pude seguir unas palabras del ministro de Defensa, Pedro Morenés, en las que justificaba, ante el Parlamento, la embestida de unidades de la Armada contra los botes neumáticos de Greenpeace. «¡Faltaría más!», añadía Morenés. Pues sí, señor ministro, falta más: añadir que las unidades de la FF AA no son elementos apropiados para encauzar, y en su caso reprimir, las protestas, a no ser que se considere a los hombres de uniforme blanco el brazo armado de Repsol. Si es así, no nos ha sido comunicado. Greenpeace nunca perteneció a la marina de guerra, ni ha causado bajas en ninguna escuadra enemiga, aunque han sufrido alguna a manos de servicio secreto francés casi siempre tan chapucero.
A lo que iba. Últimamente ocurren cosas muy raras en las FF AA. Si se necesita más dinero para modernizar nuestro dispositivo de defensa, hay que hablarlo abiertamente (al menos en el Congreso) y dejarse de disimular un incremento por lo que he podido averiguar, por mi cuenta, muy considerable, en partidas de Industria, Investigación y Empleo. O en créditos extraordinarios (para cosas previstas y previsibles), que no constan, a ningún efecto, como gastos militares, aunque lo son. De paso, que les expliquen el principio de Arquímedes a los del submarino que si se hunde no vuelve a flotar.
Y todo esto pasa mientras el teniente novelista Luis Gonzalo Segura sufre otro arresto, de un mes, no por su tentación narrativa, sino por las denuncias de abusos en los cuarteles. Aparte de que privar a alguien de su libertad un mes sin conocimiento del juez (aunque sea militar) es un atropello, el castigo sería una liviandad si lo que dice el teniente no tiene fundamento, pero si lo tiene, debe ser investigado. Por ejemplo el caso del «teniente coronel valenciano» que, según el arrestado, usa a los soldados para hacerse un chalet: nuestra indomable vocación para la albañilería „en obra civil o no„ siempre ha sido legendaria.
