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Rompiendo huevos

Tras la tormenta desatada por la decisión inicial del director del IVAM de suprimir la sala dedicada a Miquel Navarro, las aguas parecen volver a un cauce más o menos controlado después de que la consellera de Cultura, María José Catalá, haya tenido que emplearse a fondo en conciliar posiciones y aun a riesgo de desautorizar „con reunión del Consejo Rector mediante„ al máximo responsable del museo. José Miguel García Cortés llegó al cargo tras un concurso con la misión de devolver al instituto un poco de cordura y de recuperar visibilidad en los circuítos museísticos tras la etapa de Consuelo Ciscar y con un cierto beneplácito esperanzado de gran parte del sector. Sin embargo, el hecho de que su primera gran decisión haya tenido como víctima propiciatoria a una de los nombres valencianos más reconocidos en todo el mundo no parece haber sido muy afortunado, al margen del fondo de la cuestión, por las estruendosas formas, como él mismo se ha visto poco menos que obligado a reconocer. Crear problemas cuando el encargo es precisamente evitarlos y terminar con los existentes no es la mejor estrategia. Menos aún si al final queda la impresión de que subyace, una vez más, una cuestión de egos. Y para ese viaje no habían hecho falta tantas alforjas.

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