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Javier Cuervo

El conceto es el conceto

El mercado del arte es optimista y se ve en la pieza conceptual del artista cubano Wilfredo Prieto que se ha hecho famosa en ARCO. Se titula Vaso de agua medio lleno y está hecho con agua, vaso y estante. Las piezas pequeñas de este artista valen 20.000 euros. Si pudiera comprarla, probablemente aceptara que se titule Vaso de agua medio lleno porque da más idea de trabajo del artista y de material pero como no puedo influye en mi visión y yo no dejo de ver un vaso medio vacío. El mercado es optimista porque se ha aceptado el título oficial. Esta pieza de arte conceptual es muy figurativa porque todo el mundo ve un vaso, su agua y su medida mediada, sea de lleno, sea de vacío, mientras que hay cuadros realistas que cuando los miras unos ven a la Gioconda y otros a la Mona Lisa y te despistan. Donde un pagano ve El triunfo de Baco, un profano ve Los borrachos, donde un historiador ve La rendición de Breda, un iletrado ve el cuadro de las lanzas y unos y otros están mirando el mismo par de cuadros de Velázquez. Pero ese no es el debate.

El debate es que sólo ese vaso y esa agua cuestan ese dinero dentro del mercado del arte que es el contexto del texto paupérrimo del medio vaso de agua. Si alguien lo roba, el artista pone otro igual. ¿Si pillan al ladrón robándolo cargará con un delito de robo de 20.000 euros y si lo pillan bebiéndolo los tragos serán estragos y el acto vandalismo? ¿A cuánto le podría condenar un juez? ¿Y a cuánto le castigaría un crítico de arte? Pese a mi pesimismo, la pieza me gustó e hice una igual en 5 minutos y me dio la media noche contemplándola. No le puse mi nombre, luego no es plagio. No le puse el de Wifredo, luego no es una falsificación. En la pubertad tuve un calendario con una copia del nacimiento de Venus de Botticelli y ahora de mayor este medio vaso de agua. Mi copia no vale nada. El original de Prieto, tampoco. Lo que da valor a la pieza es el certificado del artista. Eso mismo pensaba un inversor que tenía en su oficina una obra gráfica de Picasso que apenas se veía porque la había enmarcado con el certificado de autenticidad delante. Un crítico de arte amigo mío, muy versado, lo llamó hortera.

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