Mientras dos de los grupos que van a construir el cambio político en los próximos meses „Ciudadanos y Podemos„ hacían notar su ausencia en el hemiciclo (todavía no tienen diputados), y mientras Celia Villalobos les rendía un homenaje involuntario, el presidente del Gobierno volvía a hacer de la mentira el centro de su estrategia de comunicación política. Las palabras textuales sobre las que quiso hacer girar la sesión parlamentaria más importante del año fueron: «Y, por eso, nos animaban a pedir el rescate. Pero no lo hicimos. Señorías, esta fue la gran decisión de la legislatura. Esa fue la gran medida de política social: evitar el rescate».

Como ha ocurrido otras veces en la historia española reciente, el partido en el poder ha urdido una mentira y la ha repetido hasta la saciedad en la esperanza de que al final los ciudadanos vieran blanco lo negro. Lo que sacó de sus casillas a Rajoy fue justamente que el líder del partido de la oposición, Pedro Sánchez, no secundara su estrategia con el silencio, como ha ocurrido otras veces (la llamada de Podemos a la puerta del hemiciclo ha ayudado a despertarlo), sino que le recordara una obviedad, lo que ocurrió en junio de 2012: que un préstamo a un país en condiciones ventajosas a cambio del requisito de cumplir unas exigencias políticas se llama rescate. Sánchez sólo tuvo que exhibir la primera plana de los periódicos más prestigiosos en Europa y Estados Unidos para que Rajoy y parte de la bancada azul perdieran los papeles: «No vuelva usted a venir aquí a hacer o a decir nada», dicho por Rajoy a Sánchez es una frase tan autoritaria que casi se confunde con una orden. Una cosa es la dureza autorizada y otra, el autoritarismo zafio.

Rajoy podría haber dicho la verdad y muchos habrían aprobado el préstamo de auxilio. Podría haber dicho que las condiciones del rescate estaban restringidas al sector financiero (la solicitud del Estado español de asistencia financiera externa no fue aprobada por la Comisión a cambio de un condicionamiento de la política general). Habría tenido razón. También podría haber dicho que las condiciones del rescate fueron más suaves que las impuestas a Grecia o Portugal. Y también habría tenido razón. Pero Rajoy no quiere tener razón, sino votos; y para eso basta con aparentar que se tiene razón. La verdad no es un elemento que entre en su cálculo operativo. El Gobierno ha mentido desde el principio sobre el rescate («préstamo en condiciones especialmente favorables»), ocultando su esencia: la condicionalidad de la política interna española impuesta por el acreedor externo.

Parte de la prensa española colaboró en hacer creer a la ciudadanía que no había sido un rescate, pero los términos «bail-out» o «rescue» fueron unánimes en la prensa generalista y económica internacional. En Reino Unido o Estados Unidos nadie dudó nunca de lo que había ocurrido, y por eso todos rieron con la genial ironía de la revista Time del 9 de junio de 2012: «You Say Tomato, I Say Bailout: How Spain Agreed to be Rescued». En la lengua de Cervantes: «Tú lo llamas tomate, yo lo llamo rescate: cómo España aceptó ser rescatada».