Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fariseísmo terrenal

Una sociedad sin mecenas y filántropos es una sociedad coja. La tradición americana, francesa y británica no encuentra en los recientes años en esta autonomía „más atrás sí están los ejemplos de Nicolau Primitiu, Lluís Guarner, Salvador Pallarés, José Espasa o Joan Fuster, entre otros„ gran reflejo salvo los casos del recientemente fallecido Pere María Orts o el de Jesús Martínez Guerricabeitia.

Sólo estos dos últimos, en el terreno del arte y los libros, ejercieron en vida el deseo por el que durante años estuvieron coleccionando e invirtiendo su patrimonio. Tampoco las leyes que nos hemos dado apoyan apenas nada. Así que muchos prefieren vender.

Las recientes imágenes del Museo de la Ciudad con los muebles donados por Orts ya instalados en sus salones ofrecen la sensación de que, el conocido como Museo de la Ciudad, estaba sin vestir, casi desnudo de muebles de época con los que retroceder al XIX, época de esplendor del propio Marqués de Campo titular del conocido como Palacio de Berbedel.

Pero también quiere decir que nuestras instituciones han estado años pasando de cumplir con lo que debería ser su obligación: coleccionar, ampliar fondos y dejar un patrimonio cultural para las futuras generaciones digno de una sociedad madura. Han preferido los fuegos artificiales y el derroche efímero.

Martínez Guerricabeitia tuvo su gesto con la Universitat de València y el reconocimiento fue la creación de un patronato que mantiene una interesante política de exposiciones y adquisiciones en torno al arte social.

La pregunta es qué ha hecho la Generalitat desde que Pere Maria Orts donó su colección de arte al San Pío V y su fondo bibliográfico a la Biblioteca Valenciana. Y eso que fue en 2004, nada menos que hace diez años.

Sí, se le dieron muchos premios y reconocimientos, pero hasta el momento de su muerte no se le ha dedicado una sala en el Monasterio de San Miguel de los Reyes.

Peor fortuna ha corrido su colección pictórica. Durante un tiempo estuvo colgada sin más en una sala menor del San Pío V „por cierto, qué hay de los Sisley„ pero nada de lo prometido se hizo en torno a ella. Ni una gran exposición para presentarla como merecía en sociedad, ni el esperado catálogo, ni la apertura de las estancias del Patio del Embajador Vich para su lucimiento, ni el nombramiento de un conservador, responsabilidad que le correspondía a Fernando Benito, uno de sus grandes consejeros a la hora de acudir a una adquisición y quien lleva años fallecido...Es la pura realidad.

Está muy bien eso de las palabras. No de las merecidas y que le han dedicado quienes bien le conocían, admiraban y reconocían su labor, sino la de aquellos plañideros que se han vestido sólo de riguroso luto. Mejor que palabras, hechos. Y por lo visto por aquí... ´

Compartir el artículo

stats